Querido Diario:
Mucho tiempo sin escribirte.
Demasiado, mas yo sé que tú siempre me comprendes.
El año pasado se me complicó un
poco la pensadora, todo por culpa del cambio del doctor de la mente. Yo,
obediente, me tomaba la pastilla que él me dijo, lo juro, pero igual los enanos
se me fueron toditos para el bosque, se me rayó el CD mal, y aluciné.
Pésimamente, el dúo Pimpinela se apoderó de mí, di vueltas la cabeza en redondo
a lo Linda Blair, y tuve más pena que Marco buscando a su mamá.
Pero como siempre, y como dice la
recomendación: dejar atrás lo bajo. Siempre, siempre: terraza-terraza-terraza! Nunca sótano. Y seguí
adelante, me despercudí y disfruté otra vez de los placeres de la vida. La
etapa Oshin, pensé yo, había quedado atrás. Le di rienda suelta a mi innegable
encanto y pasión por la life, sin saber yo lo que vendría después. Al menos
quedé con lindos recuerdos que atesoro como parte de una vida anterior.
Porque la vida ya no es ni será
la misma para nadie, en ninguna parte.
Para resumirte, querido Diario, se
dice que un chino se comió un murciélago que tenía un bicho maligno en su
interioridad, el bicho lo enfermó y lo mató, pero antes de partir de este mundo, el
chino se lo contagió a toda la cuadra,
de ahí a la ciudad entera, al país, a
los países vecinos, y luego a todo lo que te es el mundo mundial.
Todo por comerse una alimaña. Una cosa peluda,
chica e insignificante. Pero bueno, el que esté libre de pecado… Porque ¿quién
no se ha comido una alimaña alguna vez? ¿Será que el pobre chino en un oriental
delirio pensó que tragándose aquel
murciélago se le iba a convertir en princesa, que aunque peluda estaría
dispuesta a amarle?
Resulta, querido Diario, que
ahora el modo Oshin, lleno de tragedias, penurias e incertidumbre, nos consume
a todos, y nos mantiene encerrados para no contagiarnos. La saliva se ha convertido
en un peligro total, una lacra radioactiva invisible, que se esparce enfermando
y matando.
Se acabaron para siempre muchas
cosas. El "deja la cola" tradicional, nunca más. Ni el "dame una
probadita" chupete-helado, ni la compartida del traguito trasnochado. Ya
nunca más.
Nunca más el beso cuneteado, chao
forever jugar a la botella, a la chevé-
chevé, a la pieza oscura.
Desde mi reclusión medieval me
despido, querido Diario. Y aunque cada tanto aún me asomo a mi balcón y
extiendo mis imaginarias trenzas para ver si sube algún príncipe desinfectado y
con flamante carnet Cobid al día en ristre, los días pasan sin sobresaltos,
salvo por las deudas que crecen, las dudas que nos persiguen, y una creciente
número de enfermos que cada día rogamos, no sea uno de los nuestros.
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