domingo, 28 de junio de 2020

PANDEMINIAC. Crónicas de una pandemia.

Querido Diario:

Hoy sí que me extralimité. Hoy sí que me fui al chancho como todavía se dice en la jerga popular. No sólo en la longitud de este testimonio, que sólo frente a ti me atrevo a confesar, sino también por el contenido de este episodio de mi vida. Te ruego que si te sientes ofendido, me lo digas para reconsiderar nuestra larga amistad, porque no estoy para estrecheces decimonónicas, que para eso me hubiera comprado la agenda Pascualina o estaría tejiendo atrapa-sueños o pintando mandalas. Tú decides.


LONG DISTANCE LOVE

Hoy he hablado con un amigo por teléfono. Largo y tendido como en los viejos buenos tiempos, cuando mi hermana mayor se colgaba del teléfono su par de horas, que digo par, trío de horas con su pololo de turno. Eran largos encuentros, yo adivino ahora del tipo calenturientos, una especie de pololeo virtual, pero sin nudes, ni sexting, ni videollamadas. Todo analógico con voces tiernas y arrumacos sonoros, en medio de la oscuridad. No sabía yo por qué esas llamadas eran siempre en la penumbra o la oscuridad completa. Extrañamente, siempre antes de esas llamadas, se quemaba la ampolleta del living. Luego alguien se daba cuenta de que simplemente se había soltado del soquete o la lámpara no estaba bien enchufada.

Claro que no todo eran dulces y húmedos roces telefónicos. Generalmente, en algún momento de toda esa especie de novela rosa que se escenificaba en las líneas telefónicas, se producía al igual que en la vida real alguna intensa discusión, probablemente por celos, con lloradera incluida, reconciliaciones y un finalmente ya conocido: corta tú-no corta tú, que yo no sé por qué me ponía tan de mal humor.

Esto se tornó grave cuando los de Telefónica, el nuevo nombre de la querida pero ineficiente Compañía de Teléfonos de Chile, ahora privatizada, impuso el Servicio Local Medido, SLM. Con horarios de cobro por minuto, las horas tele-románticas se constituyeron como un peligro para el ya ajustado presupuesto familiar ochentero. Aconsejé a mi madre, quien siempre confió en mi lucidez, de ponerle un novedoso candado cilíndrico al teléfono, el que se insertaba en alguno de los hoyitos del disco marcador, dejándolo inutilizable. Seguramente importado por los mismos que habían inventado el SLM, el famoso candado no era precisamente sofisticado. Con el tiempo descubrimos que seguro mi hermana lograba abrirlo con un clip, porque la cuenta del teléfono nunca bajaba.

Como siempre en estas innovaciones y en otras relacionadas con esquivar las prohibiciones amatorias, los que siempre van adelante son los jóvenes. A pesar del precio, los celulares se hicieron uno con los jóvenes rápidamente. Pero inicialmente las llamadas del celular se cobraban ya sea te llamaran o llamaras, con tarifas usureras por supuesto, por lo que los mensajes de texto tuvieron entre ellos especial predilección, eran más baratos. A la manera de los antiguos telegramas, los mensajes de texto se cobraban por letra. La cosa es que por economía o para evitar la intromisión de madres controladoras (eso no ha cambiado), los mensajes se enviaban con un extraño e indescifrable lenguaje que a algunos les sirve hasta hoy:

TKRO MCHO. STS TN RKO. DMSL HY. STY SLA. MS PPS S FRN A L PLYA.

A la hora del deseo todo es válido, sea amor real o simple calentura.
Se sabe de las cartas románticas perfumadas y con besos estampados de principios del Siglo XX, la colonial mirada y con meneo de abanico en el paseo dominical cuando pasaba el pretendiente, la alcahueta que llevaba y traía mensajitos para fogosos y prohibidos encuentros furtivos, la paloma mensajera, y hasta la tirada de una piedrita entre tapias contiguas cuando el amor se gestaba entre vecinos. También las secciones para buscar pareja en diarios y revistas, como el Cásese si puede o el Doctor Corazón.

Y ahora, cuando habíamos alcanzado colosales conquistas para obtener encuentros sexuales rápidos más o menos inocuos, o también por qué no, tradicionales noviazgos, cómodamente mediante las aplicaciones de la web, todo se ha perdido. Cuando ya no tenías que salir a ventearte parando en cada bar a ver si saltaba la liebre, ni hacer la vereda como puta de puerto esperando algún nuevo encuentro. Ni depender de la voluntad de alguna amistad que te buscara pretendiente, ni de citas a ciegas, ni tener que ir a aburridos cumpleaños porque había que estar en circulación y nunca uno sabe dónde puede conocer al padre de sus hijos.

Cuando las cosas parecían funcionar de maravillas y tener a unos cuántos megabites a tu próximo ex, la vida que no es justa se ha encargado de cortarnos las alas, quedando Cupido transformado en una guagua rechoncha y carente de todo interés.

Rapidez, efectividad, y un amplísimo catálogo de posibilidades, con fotos, perfiles, preferencias, geolocalización e incluso verificación de identidades para evitar que te saliera algún asesino en serie que te drogara y cortara en pedacitos para conservarte en el refri por si se le antojaba algún bocadito a medianoche, o una loca tipo Atracción Fatal que le diera la tontera y terminara con tu Micifuz hirviendo en la olla de los porotos. Todo funcionaba y se superaba cada día. Lo único que nos faltaba era la teletransportación.


TOYS R US

Es que, querido diario, sucede que las ventas de juguetes sexuales se han disparado desde el inicio del confinamiento, de la primera cuarentena en la Historia que dura más de cuarenta días, mucho más. En cualquier momento las empresas que los fabrican entran a transar en la bolsa, o los incluyen en la canasta básica familiar. Empresas que seguramente son chinas. A veces pienso que es cierto que todo esto es una confabulación, un proyecto para destruir a la mitad del mundo, pero antes quedarse con todo nuestro ya escaso dinero.

Pero no creas que te hablo de esos símiles de penes de látex, de color rosado-chancho y con venas, cuya máxima tecnología de diseño era contar con un sopapo para fijarse a  los azulejos o a la tapa del WC. No, no, no. 

Tampoco pienses en esas muñecas inflables con cara de espanto, mezcla de Anabelle y la Diputada Flores, con sus agujeros siempre dispuestos, pero con el inminente peligro de reventar en una embestida apasionada y desmedida. O peor aún, que ante un cariño del gato se pinchara perdiendo para siempre su artificial turgencia. O en dispositivos tipo protésicos (bastante antiguos) como arneses con pene de goma siempre erecto para falocéntricos y por lo tanto anticuados encuentros lésbicos. Tampoco en las  antiquísimas y sofisticadas bolas chinas de jade u obsidiana que coquetamente se guardaban en los compartimentos corporales para ser sacadas una a una a la hora del amor. Otra vez los chinos y sus inventos.

Menos en esas vaginas o anos también de goma, que prometían a los culposos y oscuros compradores un encuentro amatorio muy privado. Todos objetos guardados bajo siete llaves, cuidados (ya eran caros), importados bajo estricta discreción, rogando que no se rompiera el envoltorio en el traslado. O peor aún, que alguna vieja cochina y ratera del correo se lo robara. O que en tu viaje de vuelta de Amsterdam, con la adquisición en el fondo del equipaje de mano ésta despertara las sospechas de la PDI y te hicieran abrir la maleta.

Ha habido evolución, como en  todo. Y ya no hay que importarlos. Los Sex shops existen en la ciudad y la provincia. Se promocionan en programas de radio, de TV, revistas y ahora hasta en los lives de Instagram. Japi Jane es una exitosa empresaria importadora que habla donde la inviten de puntos G, de clítoris (qué palabra rara), y dildos, con una naturalidad que hubiera infartado a nuestras abuelas, aunque ellas les decían consoladores.

No quiero olvidar en este improvisado catálogo a aquellos métodos más naturales, antecesores históricos de los juguetitos, por cercanía y asequibilidad. De bajo costo y ecológico- veganos, como  durísimos pepinos y zanahorias de calibre a elección, pulposos y suaves tomates, ojalá de Limache que son más firmes y con menos pepas, melones calameños (más lindo color que los tuna), o brillosas y carnosas berenjenas, todo según  la estación. 

Luego de los dildos, moldeados según las anatomías de un Nacho Vidal, Rocco Steele, Ron Jeremy, y un larguísimo etcétera de actores modelos que la industria del porno ha lanzado al estrellato, ha habido un despliegue de fenomenales y creativos artefactos, entre los que se incluyen penes de doble cabeza para satisfacción simultánea (la imaginación corre por cuenta del cliente), "butt-plugs": tapones con forma de chupete de diferentes calibres y materiales para conseguir la dilatación progresiva de algún rebelde orificio en perspectivas de uso; bombas de vacío, expansores, artefactos de goma, látex, vinilo, silicona, e incluso de vidrio.

La alta tecnología y el diseño llegaron a revolucionar la juguetería para adultos. Si requieren energía para funcionar, no es necesario activar la neuromusculatura del usuario para que produzcan su efecto. Todos cuentan con carga USB y pilas de Litio de larga duración y poder, texturas, durezas y elasticidades variables; y por supuesto siempre lavables. Pequeños aparatitos con forma de ratón, patito o conejo, con pequeñas hélices de goma, con movilidad repetitiva,  oscilante y ritmo a elección en las tres, siete o hasta veintiseis dimensiones del espacio, si incluimos la psicológica, las meta-realidades, la dimensión desconocida, la teoría cuántica y los  agujeros negros.

Y aunque no diseñado para el autoplacer, si tu problema es haber quedado un tanto desarticulada por los terribles partos, puedes adquirir aquel dispositivo intravaginal de uso prolongado con aplicación descargable vía app store que permite programar diferentes esquemas de estimulación muscular, con duración de las contracciones e intensidades necesarias para recobrar el tono muscular de la zona y así tonificar el suelo pélvico. Adiós prolapso y pipíes indeseados. Tecnología pura.


PANDEMIA STYLE

El sexo, una necesidad, una expresión vital, una conexión misteriosa con el cosmos, o simplemente un desahogo energético, resulta que ahora, querido Diario, es un lujo o un atrevimiento. Porque el contagio con Covid-19 puede ser asintomático y aun así ser transmitido, y por mucho que pensemos programar el encuentro usando las hiperseguras mascarillas N95 y pantallas faciales, renunciando a los besos; practicando más o menos sofisticadas posiciones que eviten el temido cara a cara, es una amenaza latente que un jadeo demás puede traspasar las mascarillas importadas (ya sabemos de dónde), para expeler gotitas o vapores cargados del bicho murcilaginiento que pueden ser el inicio del fin. Un camino a la forzada y hospitalizada santidad, al aséptico claustro  en el que nadie quiere tomar los votos, y del cual nadie sabe si volverá.

Peor que el VIH, el Corona virus se ha infiltrado en cada recoveco de la existencia, pública y privada, incluyendo el placer sexual, lo más democrático que siempre nos ha quedado ante los históricos abusos. En la vida afectiva, emocional, social. No abrazos, menos besos al saludarse, ni uno ni dos ni tres. Ni siquiera el beso al aire de la amiga que en secreto te envidia; ni el apretón de manos firme que demuestre confianza y compromiso.  No hay remedio, no sabemos si te deja inmune, y no hay preservativo ni triterapia que te salve. 

Confinamiento y toque de queda. No tocar. Oh, right don't touch me! Pas toucher. 

No sexo a menos que sea con tu pareja (cada vez menos frecuente, dicen que el encierro permanente es matapasiones). O con una pareja especialmente para el confinamiento. Que no salga, porque si sale se puede contagiar. Que no trabaje fuera ni vaya al supermercado. Tal vez retomar la práctica de la esclavitud sexual no sería mala idea. Un amarre firme a la pata de la cama y listo.

(Ahora si se te ocurriera escapar de tu casa por la ventana, colgando de sábanas anudadas, tu amor no te estaría esperando en el descapotable rojo de su papi a la vuelta de la esquina. En su lugar habría un camión lleno de milicos manoseadores que te llevarían a una celda hedionda y capaz  que te mearan entre todos después de desnudarte y hacerte arrodillar y te dijeran uno a uno que estás rica-riquísima y lo que te harán si no te comportas como una niña buena y dejas de gritar y pedir tu abogado y que estás en tu país y exiges respeto. Que te salvas sólo  por tener la pura cara de cuica, mientras se  hacen selfis contigo tocándose el paquete y tú ahí con el rimmel corrido pensando en tu flacuchento novio y que probablemente saldrás fatal en las selfis porque ese no es tu mejor ángulo y que ojalá no las suban a las redes sociales, pero que tal vez igual deberías pedirles que te etiquetaran para probar, porque  tú te debes a tus seguidores y estás a punto de lograr tus primeros diez mil).

Imágenes, videos HD, fotos y más fotos. De culos, de escotes, de piernas con falditas tipo Britney. Tonificados y sudorosos músculos, six-packs a punto de saltar de la pantalla, glúteos, senos, ojos grandes, labios carnosos, mentones cuadrados, nalgas túrgidas y cinturas pequeñas. 

Pilosos pechos, dientes perfectos, blancos como tabletas de chicles Adams. Los filtros todo lo pueden. Hipercirculantes fotos de todas las presas saturan los espacios digitales, desfilan por páginas y redes sociales, por mensajes directos, wasaps  y hasta en el ya anticuado Messenger. Las "nudes", tal como las  viejas esquelas de señoras mostrando los senos en cándidas pero no por eso menos erotizantes posiciones, aplacan urgencias de caballeros, señoritas, señoras y adolescentes en este confinamiento que parece perpetuo.

La necesidad es mucha y que te tiren agua nunca fue suficiente. Y además hay sequía.


PORN-STAR

Sí, querido Diario. Reinventarse o morir. Ya decía Darwin que el que se adapta es el que sobrevive, y en tiempos de pandemia nada más cierto.

Fundamental es hacerse cuenta en Tweeter,  Instagram, Facebook, o mejor todas las anteriores. Un perfil que promueva tus virtudes y atractivos. Subir muchas-muchas fotos y videos mostrando tus diversas actividades diarias, pasándolas como cotidianeidad pura, pero cuidadosamente planificadas en encuadres y tiros de cámara, iluminación y por supuesto filtros que destaquen y promuevan, que estimulen y que conducirán con el tiempo y tu dedicación a ese  rebaño a la tierra prometida. Puro Marketing digital.

(Tendría que inventarme un personaje para crear mi propio mercado. Ya sabemos que en estas lides las excentricidades abundan aunque nadie las confiese. Los morbos son privados y descubrirlos siempre será un desafío, en un afán inicialmente investigativo, por supuesto, pero rentabilizable si tengo suerte y persisto. Pero ¿qué plataforma será más lucrativa, aceptará novatos y tendrá menos posibilidades de ser conocida por mis amigos, o lo que es peor aún, por mi parentela?) .

Ya lograste ser un sexy- influencer (los hay de todas las áreas), o sea llevas un buen tiempo mostrando la cuerpa al límite de la censura y tus cientos de miles de seguidores  tienen fantasías contigo, la capitalización lógica de tanto esfuerzo es crearte un perfil sólo para tus fans. Una especie de club privado donde con una membresía tendrán derecho a ver al objeto de su fantasía de la forma en que lo soñaron, comprobar si su imaginación estaba en lo correcto, y en una de ésas si el poder adquisitivo, la cuarentena y los cordones sanitarios lo permiten, acceder a más que la mera virtualidad, y tener un encuentro real, respetando la distancia social por supuesto. Podrás desilusionarte (no hay devolución ni garantía), o peor aún: que nuevamente entre en escena el latero, el sobre-expuesto, la reina de la quinta, ella, el corona-virus. Mejor nos quedamos en la virtualidad al menos hasta que aparezca la vacuna y así tenemos tiempo de juntar un  dinerito.

En resumen, te ven prometedor(a) en las redes tradicionales, y terminan pagando para que les des acceso a tus fotos y videos con las partes pulentas al aire. También puedes recibir peticiones especiales, pero eso tiene otro precio. 

Ya sabes, si alguna cita virtual te dice que mandes “el pack”, no vayas a enviarle una oferta 3 en 1 del Líder. Hay que pensar rápidamente en rentabilizar los  atributos que a uno diosito le dio, y hacerse rápido la fan page. 

TECH-SEX

Querido Diario, estoy extenuado. Esta industria no tiene fin, y creo que sin quererlo he caído en un afán de catálogo de multitienda, con aspiraciones antropológico-erótico-sexuales-sociológicas. Pero ya no puedo parar. No puedo terminar sin que conozcas el naciente universo de los dispositivos ultra-mega-tecnológicos que permiten la interacción a distancia y voluntad de los participantes. 

¿Cómo te quedó el ojo, querido Diario?  Pues mira tú. En el encuentro sexual  vía web, ahora existe la estimulación física a distancia y simultánea!

¿Cómo?

Vamos primero a lo más tradicional: sexo a distancia con tu pareja. Un dispositivo tipo macho-hembra, cada uno se queda con la parte adecuada a su rol. Vía bluetooth y web, ambos amantes a distancia usan su parte a discreción (lleno-vacío/ vacío lleno, no sé si me explico). Lo interesante es que ambas partes están sincronizadas para que los estímulos se produzcan en perfecta concordancia temporal y física: A con A, B con B, y así. Suena complicado, pero se ve que es una maravilla de la tecnología. Y una gran inversión para parejas que tienen que vivir su amor a distancia, aunque sea dentro de la misma comuna por la cuarentena y el toque de queda.

Pero el que realmente es la estrella del teletrabajo en tiempos de crisis,  es un dispositivo con forma de perita, del tamaño de una pastilla de jabón de esas que dan en los hoteles (no te imagines un Le-Sancy pues querido Diario, aunque cada uno con sus gustos), la cual se inserta en algún agujero de turno, con una antenita muy coqueta también con bluetooth que sobresale del cuerpo trabajador-obrero- ciber explotado, conectándote con alguien que te fisgonea a través de una plataforma web, alguien  que logra el acceso a tu little paradise, y que app mediante como si fueras un video-juego, puede producir breves y pequeñas, o a veces no tan pequeñas ni tan breves descargas eléctricas en el punto exacto donde explotas al amar, variación que dependerá del monto cargado a la tarjeta de crédito del cliente. Los tips o propinitas caerán en tu cuenta vista del Banco del Estado, previo pago de la comisión que cobra la plataforma (y el banco), libres de impuestos y sin sudores ajenos ni peligrosas salivas que soportar. Tu cuerpo digitalizado dispuesto para el teletrabajo, a petición del cliente pero fuera de toda distancia física, social o psicológica. Con plata baila el monito, y si no, no baila. Reinvención pura.

Claro que si te sale alguien muy adinerado y ocioso  puedes estar toda la tarde a puro espasmo en interminables sesiones de ciber- sometimiento, porque hay que pagar los biles y el cliente siempre tiene la razón.

Epílogo.

Como cada atardecer, Corín Tellado se levanta, se hace la carita frente a su tocador estilo Rococó, se despercude y saluda a lo lejos a su amigo Franco, tan de capa caída. 

Está planeando su novela definitiva y quiere que Sade sea su editor. Él es culto y más cercano a Monsieur Foucault, así es que puede recabar información que a ella le está vetada porque nunca se ha llevado bien con el tal Michel. 

Arthur Miller y Anaïs Nin siempre han sido grupo aparte, y están apadrinados por el tío D.H. desde antes de llegar aquí. La verdad es que ese tal D.H. Lawrence tampoco es de su agrado. Ni hablar del resto del franchuterío pretencioso: Duras, Bataille, Yourcenar… al menos la loca de la Catherine M. aún no ha llegado por estos lados, piensa.

Corín está de mal humor, pensando en todo lo que se lograba cuando estimular la imaginación era la mejor y casi única manera en que las Señoritas de bien entraran en la erótica, cuando el sexo no era político ni se hablaba de disidencias ni arcoiris. Una entrada sigilosa y pausada como tiene que ser, a paso lento, como una sopa de alta cocina. Cuando la cosa era "sólo por encimita", en espera de la anhelada Luna de Miel. 

Suena su citófono y su humor cambia súbitamente. Su pedido retrasado por la pandemia ha llegado y no puede creerlo. Por fin los de Amazon le han enviado los esperados tres tomos de Las Cincuenta Sombras de Grey.


"Tenemos que vivir, no importa cuántos cielos hayan caído".

D.H. Lawrence.


domingo, 14 de junio de 2020

Crónicas de una pandemia. 11 de junio. 2020


Querido Diario:

Llevo dos meses y veintiocho días casi sin salir de mi casa-hogar, sin ver a mis amigos ni a mi familia, sin expresarme ni social ni laboral, ni sensualmente.

Cuarentena de mucho más que cuarenta días, con sus noches.

Confieso, querido diario, que cada tanto doy vueltas en círculos en mi departamento, como perro de canil a la espera de ser adoptado. Pero nadie acude a mi puerta, y en cualquier momento me pongo a aullarle a la Luna con medio cuerpo asomado por la ventana. O me refriego contra las paredes, o empiezo a arrastrarme por el suelo mientras borbotones de saliva dejan un hilito como de babosa sobre el parquet.

Creo que imagino esta escena, mientras mi cada vez más feliz gata me mira con cara de "no es mi culpa", se enrolla y sigue en su impenitente sueño. Cuando me calmo la acompaño.

¿Existieron esas puti-noches de juventud más que tardía en algún dancing al ritmo del  último hit? ¿Fui realmente yo el que vio sudores bajando por escotes, mojando espaldas, humectando mis melodías de arpa vieja pero bien conservada? Ahora dudo. ¿Existirá la reencarnación? ¿Tuve una vida antes del corona- virus?

Y resulta, querido diario, que ya nadie se acuerda del chino traga-murciélagos. Pobre chino. Y también  pobre alimaña, ambos relegados al olvido.

Ahora lo que está de moda es reinventarse. Por fuerza o por oportunidad, es el momento de reinventarse. Ya hay dentistas repartiendo verduras a domicilio, ingenieros vendiendo sánguches también a domicilio (gourmet eso sí), y hasta estudiantes musculosos y dietéticos que muestran sus partes en una página de pago sólo para sus fans. No sé si también van a domicilio.

Hay que reinventarse, todos dicen. Es la oportunidad para ser otro, salir fortalecidos, cambiar el mundo. Ahora sí que sí, ahora entendimos, la Humanidad será otra después de esto. Saldremos más humildes, más simples, más humanos.
Y tú sabes, querido diario,  que yo sí  me he reinventado muchas veces.

Porque fui estudiante de ciencias, también  un apasionado y lúbrico actor de cabaret experimental;  aspirante a artista conceptual enrollador de ideas con forma de corbatas; estudiante de pintura en Barcelona; dentista contralor en un megacentro de salud al cual demandé por incumplimiento de contrato.
Fui Profesor de Arte de reemplazo en una privada universidad; sacamuelas en un SAPU de donde mueren los valientes; maestro de enlucido y pinturas interiores; performer; escritor de crónicas viajeras, vendedor de seguros de autos (no vendí ninguno); y creador director y único socio de una clínica PYME en el Barrio El Golf, que también sufre del ahogo producido por el virus.

Y ahora me he convertido en lo más parecido a lo que pensé sería mi estado de Señor jubilado. Pero sin júbilo. O sea, un jubilado chileno: solo, pobretón y casi sin esperanza. Y ya nadie quiere saber de pandemias, ni de virus, ni de muertes. Y está la zorra, la cagada, la debacle.

Es que esta pandemia se hace endémica, no termina, se hace ascendente infinita, o sea, no alcanza su máximo, ni menos la meseta esperada. Números y más números bailan ante nuestros ojitos del miedo, en poco entendibles gráficos comparativos. Cuarentenas van y vienen. Un loop eterno es ahora nuestra vida.

Como una soga que se va cerrando en torno al cuello del condenado, paulatinamente pero sin pausa los contagiados se hacen cada vez más cercanos.
Y aunque tengo mi rutina, y he empezado a hacer algunas cosas pendientes, me perturba cada despertar la otra soga, la de la pobreza que amenaza o de frentón se instala en  la vida de muchos, incluyendo la mía.

Me levanto cada mañana, hago mi cama mientras veo un poco del desinforme diario del gobierno, que no creo. Allí, fantasmagóricos mandamases  se suceden hablando de batallas, de guerra, del enemigo implacable: una hilacha de ARN envuelto en una capa de grasa (en eso  se parece a muchos) convertida en la estrella, en la villana de toda la Historia del mundo, sin siquiera estar lo que llamamos, viva. En eso también se parece a muchos.

Un rubio-robot da cifras de camas clínicas. De ventiladores, traslados de enfermos, más ventiladores, muchos ventiladores, todos los ventiladores del Universo marchando sin tregua hacia este país borde.

Otra vez habla el Ministro, aún con tono de Emperador romano, mientras una famélica gárgola le acerca el lavatorio donde se lava cada día las manos, como ejemplo para evitar contagios, creyendo que saldrá limpio de toda esta historia.

Hago una nueva rutina de ejercicios cada día. Mi personal trainer emerge desde Youtube para salvarme. ¿Mostraré mis túrgidos avances algún día en la pool party de mis sueños?

Si no te mueres por el virus, te puedes morir de soledad, de aburrimiento o de lujuria, me digo, iniciando la quinta serie de abdominales frente al computador. Mi gata se acomoda en su sillón mientras me mira con los ojos entrecerrados.

Otra vez en la Historia los pobres resucitan desde su invisible letargo, reaparecen los campamentos, las cajas de mercaderías del hambre, las ollas (horror) comunes; las filas de ambulancias también con pobres ahogándose en la entrada de los hospitalitos. Reaparecen ante nuestra horrorizada vista en matinales de TV, noticiarios y programas tipo Chile ayuda a Chile. Don Francisco nuevamente espera el turno para su próxima escena, afiebrado por los millones de 40 años de Teletones.

Dice el Señor del Tiempo que lloverá hoy. Dice que hay que prepararse. Dice que hará frío.
Como cada junio, pienso. Es el 21 que empieza el invierno.

Crónicas de una pandemia- 7 de mayo 2020.


Querido Diario:

Mucho tiempo sin escribirte. Demasiado, mas yo sé que tú siempre me comprendes.
El año pasado se me complicó un poco la pensadora, todo por culpa del cambio del doctor de la mente. Yo, obediente, me tomaba la pastilla que él me dijo, lo juro, pero igual los enanos se me fueron toditos para el bosque, se me rayó el CD mal, y aluciné. Pésimamente, el dúo Pimpinela se apoderó de mí, di vueltas la cabeza en redondo a lo Linda Blair, y tuve más pena que Marco buscando a su mamá.

Pero como siempre, y como dice la recomendación: dejar atrás lo bajo. Siempre, siempre: terraza-terraza-terraza! Nunca sótano. Y seguí adelante, me despercudí y disfruté otra vez de los placeres de la vida. La etapa Oshin, pensé yo, había quedado atrás. Le di rienda suelta a mi innegable encanto y pasión por la life, sin saber yo lo que vendría después. Al menos quedé con lindos recuerdos que atesoro como parte de una vida anterior.

Porque la vida ya no es ni será la misma para nadie, en ninguna parte.

Para resumirte, querido Diario, se dice que un chino se comió un murciélago que tenía un bicho maligno en su interioridad, el bicho lo enfermó y lo  mató, pero antes de partir de este mundo, el chino  se lo contagió a toda la cuadra, de ahí a la ciudad entera, al país,  a los países vecinos, y luego a todo lo que te es el mundo mundial.
Todo por comerse una alimaña. Una cosa peluda, chica e insignificante. Pero bueno, el que esté libre de pecado… Porque ¿quién no se ha comido una alimaña alguna vez? ¿Será que el pobre chino en un oriental delirio pensó que tragándose aquel  murciélago se le iba a convertir en princesa, que aunque peluda estaría dispuesta a amarle?

Resulta, querido Diario, que ahora el modo Oshin, lleno de tragedias, penurias e incertidumbre, nos consume a todos, y nos mantiene encerrados para no contagiarnos. La saliva se ha convertido en un peligro total, una lacra radioactiva invisible, que se esparce enfermando y matando.
Se acabaron para siempre muchas cosas. El "deja la cola" tradicional, nunca más. Ni el "dame una probadita" chupete-helado, ni la compartida del traguito trasnochado. Ya nunca más.

Nunca más el beso cuneteado, chao forever  jugar a la botella, a la chevé- chevé, a la pieza oscura.
Desde mi reclusión medieval me despido, querido Diario. Y aunque cada tanto aún me asomo a mi balcón y extiendo mis imaginarias trenzas para ver si sube algún príncipe desinfectado y con flamante carnet Cobid al día en ristre, los días pasan sin sobresaltos, salvo por las deudas que crecen, las dudas que nos persiguen, y una creciente número de enfermos que cada día rogamos, no sea uno de los nuestros.

lunes, 2 de enero de 2017

2017.



DÍA DOS. 2 de Enero 2017.

Querido Diario:

Gracias por estar siempre conmigo.

Ayer después de hablar contigo estaba agotado y triste. El agua estancada del lavaplatos empezaba a oler mal, y me acordé de cuando fuimos a trabajos voluntarios a ese pobrísimo campamento con la pastoral universitaria.

Después de aplicar todos mis conocimientos en el destape de cañerías, que no son pocos aunque no se note dado mi aspecto pulcro y fresco, decidí almorzar e irme a la cama por una siesta que me aclarara los pasos a seguir. Ya era un buen augurio descubrir que además de los litros de gazpacho del 31 tenía aún un poco de puré, zapallitos italianos en cubitos y huevos, lo que me salvó de caer en el jurel tipo salmón.

Me dormí y ahí estabas tú, querido diario, enviándome tu mensaje tal como te había pedido. Fue a través de un Santo en forma de pajarito de plumaje blanco albo resplandeciente. Yo creo que era Juan Pablo Segundo porque irradiaba la misma paz que cuando lo vi pasar con mi hermana en el papa-móvil en su visita a Chile. Esa vez que en el estadio nacional la tropa de licenciosos gritaron un fuerte NO!!! cuando el Santo Padre preguntó si renunciaban al sexo y la lujuria. Yo creo que fue una imprudencia de su parte exponerse así, si me permites decirlo querido diario, porque todos sabemos que cuando un país está en estado de guerra a la gente le da por desahogar sus angustias justamente cayendo en el pecado de la carne y no tuvieron tapujos en reconocerlo a los cuatro vientos. Y nosotros estábamos en una especie de guerra dicen algunos.

Mientras me guiñaba un ojito aquel Santo-pajarito me decía cantando que perseverara, que siguiera: meta sopapa, manguera, ácidos, jabones, agua hirviendo, soplidos. Que diosito estaba probando mi fortaleza, y que si nada funcionaba llamara al gasfiter. Eso último me aterró de sobremanera porque aunque no soy rácano, hoy es feriado y ya en días hábiles son carísimos y nada que ver con los “Hot workers” de las pornos. No, no. Siempre viene uno que sabe menos que uno, anda hediondo y finalmente uno tiene que hacer todo el trabajo igual, y pagarles la tarifa correspondiente. Ahí es cuando agradezco de tener siempre una reserva de efectivo y la invención de la ducha.

Y sí, mi querido diario. Sólo bastaron dos o tres aplicaciones enérgicas de mi fiel sopapa para que todo cambiara. Repentinamente el agua estancada empezó a correr y fluir, parecía cantar… fui tan feliz.

Igual, querido diario creo que llamaré al gásfiter que me recomendó la vecina de arriba. Casualmente se llama Juan Pablo, pero dudo que tenga como tercer nombre Segundo. Eso ya sería para informarlo a Roma por posible milagro. Es que tengo dudas, querido diario, de si habrá quedado bien destapada la cañería y no quisiera empezar el verano con este tipo de problemas.

Siempre agradecido,

F


DÍA TRES. 3 de Enero 2017.

Querido Diario:

Sigo con el lavaplatos tapado. Aún me queda gazpacho del 31. 
En realidad, parece que es lo único que tengo para comer en los próximos tres días. 
Como siempre, no quiero ir al super.

A pesar de todo, estoy esperanzado de este nuevo año. Siento en mi interior que triunfaré.

Ayer vi Bambi por cuarta vez. No había llorado tanto desde que vino el Papa y lo vi en su papa-móvil pasar por la Alameda. Espero que este Dos mil Diez y Siete lo traiga de vuelta.
Bueno, al bachicha que hay ahora porque el otro, que también parecía bueno pero era más reaccionario que Hermógenes, está comiendo rabanitos por abajo hace rato.
Extraño a la Princesa Leia, aunque nunca vi ninguna peli de la saga.Tampoco vi La Misión en su momento y lo más bien que he podido sobrevivir.

Ahora tengo mis reservas con el cine, sobre todo después de que me enteré de lo de El Último Tango en París y la escena de la mantequilla. Pobre mujer. Yo también quiero triunfar, pero no a ese precio, y por último que me pregunten antes.

Eso por hoy, querido Diario. Por favor, necesito que me mandes consejo. Yo sé que tú no hablas, pero lo puedes hacer a través de mis amigos, en sueños o a través de mi gato, que sé está a punto de ponerse a hablar hace rato. Aunque me da un poco de miedo porque me mira con cara de que no tiene cosas agradables que decirme.

En fin, la vida siempre tiene desafíos y a veces un sopapo no es suficiente para solucionarlos.

Te mantendré al tanto.

Reza por mí.

F.




sábado, 31 de diciembre de 2016

31 de Diciembre 2016.

Psico-Despedida.

...Y así fue como Caperucito le devolvió la nariz roja a Rudolf, desarmó lentamente el árbol y se despidió del lobo, no sin antes enviar sus recuerdos a la abuelita.


Se recogió las trenzas bajo la capucha y se alejó caminando por el camino amarillo, tirando con disimulo miguitas de pan y guijarros tras de sí, además de uno de sus zapatos rojos. 

Todo por si el cazador despertaba de su sueño eterno y en su caballo blanco se decidía a ir a buscarle...

martes, 20 de octubre de 2015

VIEJO.

Pierdo mi tiempo. Postergo y me desoriento. Duermo demás. Y ya no soy un lirio, sino gallina que no se cuece al primer hervor.
Veo papeles, fotocopias y escritos de hace veinte años que probablemente nunca leeré, seguramente porque no lo necesito.
Hacer espacio en mi casa y en mi mente sería el primer paso.  Make room, dijo un artista como consejo en busca de la creación de algo nuevo.
Esto no me resulta fácil. Me duelen las piernas por las mañanas y mis muñecas amanecen tiesas y crujientes como marraqueta de las buenas. Sólo que en este caso no es nada bueno.
La vorágine mental es superior al nerviosismo de cada día, que aplaco mediante técnicas de atontamiento múltiples y añejas.
Mis gatos sólo saben pedir comida y caricias que siempre parecen insuficientes. Mis plantitas se queman con las últimas heladas. O se pudren por el exceso de humedad.
Así todo esto transcurre, cada vez más rápido hasta ni sé cuándo.
Mientras, los recuerdos adquieren un valor creciente. Sintonizo una radio de música ligera que me recuerda que tres despedidas parece no fueron suficientes para seguir caminando. Esto ha pasado demasiado rápido y aún no me atrevo a ponerme mis patines después de la última fractura.
Amigos que se han ido vuelan en círculos sobre mi cabeza y me recuerdan que nunca el tiempo será suficiente si no lo alimento de verdad. Y aún si lo hiciera…
Tengo miedo de sus murmuros, porque ya son amigos entre ellos y sé que se cuentan mis secretos, tal vez hasta se ríen de mi pobreza, que tal vez es sólo tacañería.
Un verde pálido y mohoso empieza a ensombrecerme frente al espejo. Un verde que no es un buen complemento a mi supuesta madurez que huele a viejo en ciernes.
Si alguna vez tuve certezas hoy soy un amasijo de dudas.

sábado, 10 de octubre de 2015

Bad Dance.

El terremoto es un cóctel muy chileno. Helado de piña, vino pipeño, granadina.  Una réplica es lo que le sigue y te tumba al suelo y te recuerda impune tu debilidad, la precaria ingesta de realidades no terminadas, efímeras e implacables como el mal aliento.
Una noche post terremoto nos deja a veces una réplica que es mucho más que la resaca.

Santiago, 16 de septiembre de 2015. Noche profunda de miércoles después de un terremoto grado 8 en un país borde lleno de mentiras.

Pero partimos al dancing. Porque sí. Porque no nos morimos, porque feis nos dice que nuestros amigos están bien después del terremoto, y si se murieron no se van a enterar de nuestra insensibilidad social, de nuestra marea ansiosa de potrillo post 40. Pero podrían perfectamente suponerlo.

El dancing estuvo lindo. Sólo que al salir, buscando en mi celular la dirección para una última réplica sucia y drogona conocida como after hour, una mano extemporánea, ajena a todo recuerdo (es mi primera vez), me arrebata mi celular corriendo y haciendo el atado flaite del "AEEEN SHIQUEPA!!!", traducida: A VEEER, QUÉ PASA! (flaite= tipo marginal de pandilla y delincuente, puede llegar a ser peligroso si es drogadicto).

Salta como gato, como leopardo, como Nureyev, como gacela, bólido, un destello que me arrebata mi celular.
YO QUEDO PARALELO, IMPÁVIDO Y EMPRÓSTICO, y lo veo alejarse, más rápido que Usain Bolt.

Pero para mi total sorpresa, detrás del negro Usain chilensis (porque todos los flaites son negros, o sea, morenos con callana, y jockey al revés, como ése), veo a mi amigo brother de esa y otras noches de dancing, transformado en super-héroe, corriendo casi pegado al mal hombre, alcanzándolo casi.

Yo corro, grito; no por mi celular, que estaba lento de tanto porno e invitaciones a jugar Candy Crush Saga, y tanto mensaje del bipolar y pelacables wasap familiar; y fotos varias y de toda índole (incluyendo las que saldrán mañana en GQ ...EEELLA LA MEDIÁTICA!).

No, no es por mi celular apático que grito, es porque cuando veo a mi trasnochado super-héroe particular casi alcanzando al facineroso- excluido social que porta mi vital aparato en su mano (siempre derecha, porque éstos le hacen la mitad de la pega a la derecha), veo a otro símil de Daddy Yankee que salta detrás del etílico héroe de noche profunda , asciende como en cámara lenta y lo azota contra el suelo al patearlo en la espalda, entre sus omóplatos que hace rato sueñan con un gimnasio. Yo grito, agudo como contratenor-eunuco-pícnico, mientras mi bro cae lo que es de hocico, guata, manos, pelvis al suelo. Hasta polvo sale alrededor.

Los excluidos segunda generación se pierden, con mi intimidad como trofeo. Mi amigo querido se para, se acerca. y ...huele. Más bien hiede.

Porque la vida se ensaña a veces, y además de tener el orgullo magullado, su pantalón jeans índigo recién salido de la tienda por departamentos rezuma mierda de perro, desde la rodilla hacia abajo. Hiede como la envidia, como la codicia, como los celos y el abandono. Y no sólo a mierda huele el super-héroe. Más arriba, subiendo por el muslo, un reguero de vómito blanco grumoso termina de grabar una noche en que habíamos sido libres de polvo, paja y réplicas del reciente terremoto.
Caminamos. Le lavo su pantalón con agua mineral. Le raspo la mierda con un plato de cartón. Se limpia la mano cagada con mi pañuelo de seda que alguna vez pudo haber sido carísimo (el second hand lo iguala todo).

Botamos el pañuelo.

Tomamos el taxi a un lugar que existe pero no encontramos a tiempo como para recuperarnos. Tomamos el segundo para ir a casa.
Starsky cagado se baja del taxi, mientras el paralizado Hutch, o sea yo, prosigue a su seguridad, a su conectado refugio con vista al cerro Santa Lucía.

Nada más. Yo- Hutch se desconecta pensando en ese tiempo hermoso de las contestadoras telefónicas automáticas con código, cuando llamaba 15 veces casi seguidas a su propio teléfono para ver si estaba el esperado mensaje. Que usualmente no estaba. Cuando la instantaneidad de las conversas, más las aplicaciones varias, aún no gobernaban cada paso de nuestros días. Cuando por teléfono fijo se podían hacer terapéuticas conversaciones de una hora y media.
"Yo era feliz contigo, vida mía... tú eras principio y fin, de mi alegría..."
PS: porfa, manden sus números por interno.

Porque como dice Chiky Bombon la pantera: Cuando toca, toca.