sábado, 26 de julio de 2014

NIGHT&DAY, Chumi.

A Chumi lo conocí en una estupenda noche disco por allá por el año… es fácil averiguarlo. Ese día había muerto la "princesa del pueblo", Lady Di. Yo me enteré del suceso sin creerlo esa misma noche. Era la madrugada del 31 de Agosto de 1997.

Chumi danzaba en el centro de la pista, como le gustaba. Siempre allí, se dejaba llevar en un extraño éxtasis.

Moreno, grandote, robustón tirando pa’ guatusi. Y vestido  para matar.

“Nunca es mucho”, decía cada noche ante mi mirada, adornando su cuerpote con pulsera, reloj, anillo, bolsito, calzado símil reptil. O reptil verdadero de segunda mano. En el universo second hand siempre tuvo mucha suerte. Mientras “se hacía la carita”: exfoliar, refrescar, humectar. Reavivando rizos o alisando su melena para implementar un jopo alto mousse y laca mediante, mientras yo reticente iba aprendiendo los truquitos cosméticos que alimentaban nuestros comunes deseos. Y una mariposa gigante de lentejuelas, perlejuelas, decía él, fijada con alfileres de gancho a su raído pero inmaculado jeans casi blanco.

Esa noche sus negros rizos se movían como en cámara lenta. Un seguidor imaginario iluminaba el glitter, avivaba su energética destreza de bailarín siempre dispuesto.

Entonces yo, agotado y desilusionado por la baja de posibles admiradores postulantes a una noche de romance improvisado, me siento en un escalón. Queda poco tiempo para que cierren. Y entonces, sentada a mi lado, su guapa acompañante y compañera de depa se me acerca y me mira fijo. Ojos oscuros y profundos, desde su duda me mira con cara de Marte al fondo y  me dice: sálvanos, mi amigo y yo hemos tomado algo que nos han dado acá, y nos sentimos muy mal.

Mauro, posterior Chumi, seguía en la pista, ahora como un remolino, haciendo peligrar su integridad y la de los otros danzantes. En cualquier momento se desplomaría.

Y fui bueno. O imprudente, que es parecido. Debería haberlos llevado a un hospital.

Pero agarré como pude a cada uno, los llevé a su casa y dado mi no mucho mejor estado y el horrendo frío de Agosto, me acurruqué junto a ella, por temor a un ataque Linda Blair del moreno Mauro que yacía inconsciente.

Al amanecer, salí silencioso.

Pasarían cinco años más para que nos volviéramos a encontrar. Otra vez en el templo, otra disco de más antigua y decadente reputación.
Desde ese reencuentro, y entonces yo viviendo a la vuelta de su divino departamento en Providencia con vista al monumento fálico de la Aviación, fuimos vecinos, amigos, hermanos y confidentes. Hasta repasamos costureando juntos las  prendas para rutilar una que otra noche, esas noches inventadas por y para nosotros. Cualquier noche, excepto el lunes, podíamos perdernos, ebrios de ansiedades y de alcohol, buscando, in constant craving.

Nuestras vidas, a pesar de su posterior vuelta a su Arica natal, y luego su partida a Barcelona, sólo se separarían para siempre cuando en un arranque ultra performático y definitivo decidió morirse allá lejos y de un día para el otro, a la vuelta de una idita al carnaval de Sitges, donde una vez más había soltado todos sus rizos al ritmo electrónico, a la noche, para celebrar esa vida que siempre había deseado. En esa Barceloca que lo tomó en sus brazos y lo dejó ser libre, dejando atrás sus complejos de niño nortino raro, de gordito florido, donde  al fin había podido hacer volar su mariposa de lentejuelas, mientras miraba la para siempre interminable iglesia de Gaudí.


martes, 22 de julio de 2014

Enamorado de tus pelos.

Estoy enamorado de tus pelos.
Obviando tus ojos.
Y todos los etcéteras.
Evitando recordar lo suave que te pones
cuando te toco.
TOC O-TOC O

A pesar de costalazos previos,
respiras a mi lado y no entiendo por qué.
No hay nada para ti.
Y me dan ganas de ahogarte con la almohada mientras duermes.
Para que seas para siempre ahí.
Pero estoy enamorado de tus pelos,
tal vez de los tres pelos de los que siempre habla la Patricia
cuando se refiere al amor.

Mi falta es grande como una luna.
Pero la Luna verdadera  me mira y me sonríe desde ese rincón,
detrás de la puerta,
mientras escribo que estoy enamorado de tus pelos.
Sabe que antes, otra noche, muy otra,
la había mirado blanco
con ojos de rosada ternura.
Con los ojos entornados, pestañando lagrimoso,
creyéndome eterno en ese acto compinche.

Y mi falta:
 porque sí- porque sí- porque sí.
 (por mi culpa- por mi culpa- por mi gran culpa.)
(Golpeándome el pecho tres veces).

Pero se dice, me evado.
Como sabemos, me hago el tonto.

Y ahora es otro despertar. 
Sigo enamorado de tus pelos,
que no son precisamente tres.

Anochece.
Y otra vez miro por esa ventana vieja.

Y estás aquí, tú mismito y entero, cada vez más tú.
Y yo, parado con mi cara de yo-no-fui
Y tú, con tu paciencia no conocida.
Por mí.

Desde tu puerta miro de reojo por si es mentira,
por si de pronto desaparecieras del todo.

Y otra vez me río de los peces de colores.
Y se me olvida que no se debe escupir al cielo.
Otra vez.

Soy soberbia, amorosa.
Soberbia amorosa,
invento de mi erudición de semana santa,
de mi pequeña rebeldía de niño huero
con un pañuelo blanco en la última banca de la iglesia.

viernes, 18 de julio de 2014

Mares.

Y a ese  fantasma le cambia la cara.
Deja de ser blanco, verde, amarillo.
Se transforma en majamama de crespos transparentes
que se agitan como gusanos en su mar de memorias mal vividas.

¡CUIDADO!
(Pueden comparecer ante tus ojos todos esos mares de deseos acuosos y espesos,
y ese fantasma que susurraba en otro idioma; y tú ahí, sordo por despecho.
Y clamar eternamente.
Su nombre.
Y más allá de la muerte pedirle de rodillas).

Noches vacías insuficientes para pagar por el daño.
Eternamente suyo y culpable.
Te arrancarás uno a uno tus pocos pelos
para dejarlos uno a uno en ese camino que llevaba hasta su casa.
Esa casa de ladrillos rojos
construida sobre esa arena brillante como el oro de los tontos.

Lágrima-Laguna-Pecho.

Lavar del todo ese deseo.

Pero ahora es  transparente.
Es un  niño muerto abandonado.
Y tú eres la mala madre.
Eres el padre ausente,
el amante fatuo, silente e indeciso ante los besos ofrecidos.
Un amasijo transparente.

No se sabe dónde está.

Inconforme ,
arrastraste ese amor hasta ese borde,
para saltar solo,
dejándole en ese andén donde no hubo besos.
Amar su recuerdo
casi tanto como al remordimiento por haber intentado olvidarle.

Nuestro tren avanza.
Hacia atrás.
En círculos.
Persiguiéndose una sola  cola de perro de fierro.

El mocoso de mierda, el bailarín culoparado.
Preceptor de todos los amores,
aprendiz de gitano,

tu rosa de todos los vientos.

jueves, 10 de julio de 2014

Yo, Uno.

   Y entonces, me paré en mis dos patas traseras, aún sin entender que las delanteras eran más fuertes.

Porque, después de todos esos años, ya bordeando los 50 y con mis aspiraciones artísticas casi intactas, me daba cuenta que no había que pedirle permiso a nadie para disentir, que no había formulario alguno que autorizara todos mis deseos, ni  todos los recuerdos. Y a mí, que soy muy formal, siempre me han gustado los formularios en blanco.

Mientras mis pequeños dibujitos cuelgan de la pared, sin terminar, una mosca gorda sobrevuela mi cabeza.

Queriendo entender cuál era el antes y el después, el momento exacto en que mi vida se había flectado, sólo resuenan las ganas de escapar, de no saber, de correr hacia un mar que no deje de mecerme, un mar que me quiera, que me cuide, que sea mío y de todos.

Acaso encontrar ese punto me sería de utilidad? No lo sabía. Las despedidas? Todas ellas? Un pequeño choapino en que mi madre se arrodilla y me abraza, tratando de llorar por mi padre que no aparece?  Entiendo que debería cuidarla desde entonces. Sin éxito. Con pocas fuerzas…

Tal vez la ventana de ese tren en que su preciosa figura empezaba a perderse, mientras el tren avanzaba lento. Un apretón de manos para decir hasta siempre no era suficiente, no fue suficiente. Mientras, una mujer abraza a su hombre llorando, él la aprieta contra su pecho, se besan. Ese era también nuestro adiós. Tomé mi pequeño cuaderno y garabateé mis próximos pasos. Corbatas de colores se paseaban en mi mente, mientras odio ese día, mientras Cupido se ríe de nosotros por haber creído que podríamos haberlo logrado.

Esa tarde me dijiste que estabas solo aún conmigo cerca. París no había sido suficiente para retener todas mis lágrimas, que formaron su propio mar cada noche. Un mar en que se ahogaban mis deseos de otra vida, lejos; síndrome Pocahontas que me habría hecho seguirlo adonde fuera, sin tiempo, perpetuo.
Allí estábamos entonces, a punto de perdernos para siempre.

(Y volví, es cierto. Recobrando un lugar que ya no existía, empecé a reconstruir otra vez un simulacro de mi vida anterior. Recibí mucha ayuda. Recuperé mis amigos, que habían crecido en esos meses, que para mí habían sido una vida).

Cada semana sacaba los 100 dólares de mi zapato del clóset. Como queriendo ser un  mago con su sombrero, sólo que un zapato no es un sombrero, y yo no soy un mago.

Quince mil pesetas cada vez, quince mil pesetas que no alcanzaban a pagar el boleto para seguir en mi aventura compartida con ese franchute sonriente que había también perdido su sonrisa de niño bueno.

La bella Barcelona, con su calor sofocante y su frialdad sólo nos entregó una silla recogida de la basura, muy bonita por cierto. Quebrábamos cada tarde una botella o dos para empezar a quitarle la pintura, raspándola tardes enteras. La madera iba apareciendo, noble, hermosa. No hablábamos. Sólo raspar, lijar, pulirla luego.

Dónde estará mi silla ahora? Sería nuestro trono para dos reyes.


Elegantes los dos, únicos, hermosos. El amor nos había coronado, pero como en camino prestado la corona se me caía cada dos pasos, mientras él seguía con su andar noble sonriéndole a la vida, sin entender que mi nobleza se había quedado toda en Chile.

martes, 8 de julio de 2014

SOLA

Sola
Te vas quedando sola
Por un recuerdo herida
Siempre sola por la vida…


Mi mamita Chumilú me dedicaba canciones. Nunca me lo dijo, pero me las cantaba disimuladamente o a veces no tanto, al pasar, mientras barría o limpiaba los restos del carrete de la noche anterior. Vasos sucios, quebrados, nunca vomitados, por suerte. Él recogía los estropicios de la noche anterior con la cara llena de risa e incluso cierto placer. Sacudía, pasaba aspiradora, trapeaba. Todo al compás de algún temita de ultra moda de la electrónica ibicenca.  Y una droga, como solía decir. Déjate de fumar droga!,  me decía serio, mientras encendía otro.

Y es que a Mauro yo le decía mamita, porque un día de aquellos  en que como siempre sacaba todas mis risas atrasadas, había golpeado mi puerta, y con un Loto en la mano me había dicho: 

“Ya no va a tener que trabajar más, mamita”. 


Chumilú venía de un cuento. Como mi Chumi. La  Chumilú, personaje de casa de putas, travesti lemebeliano.

Esa mañana de resaca el sol se colaba por su ventanal y la brisa entraba desde el mar ariqueño (sé que “brisa” y “ventanal” suenan como anticuado juntos, pero así no más era). 

Mar y brisa y ventanal y 

ÁRBOLQUESEMUEVECONLABRISA. 



Juntos y separados, son rotundos, incombustibles. Como mi Chumi, el Mauro. También llamado guatón, gordix, y otros nombres que no recuerdo.  No es que mi graaaan amigo tuviera personalidades múltiples. Tampoco era un obeso. No. Era igualito a sí mismo en todos lados. Sólido y permanentemente desbordado. Extraña combinación que aún no logro emular, pero espero estar en camino.

Porque deambular tibiamente en la medianía, deslizándose con muchas caritas de nada entre serpientes y cangrejos puede ser a la larga un mal negocio, el ser tan incorruptible es un mal negocio en forma inmediata. Muy pocos lo entendían. Pero muchos igual, lo adorábamos.

 No veíamos el mar, pero lo sentíamos. El patio y su único árbol, tal vez un pimiento. La escena con esa luz que cubría esos sofás de símil cuero, baratos pero tan tremendamente efectivos en una decoración “improvisada” de budas, flores, velas, animal prints en los manteles, y esos sofás rojos. Y un par de sillas también símil diseño que permeaban sabiamente los sofás del persa Bío-Bío, trasladados a Arica cuando se le antojó volver.

Se ponía un short tipo futbolista, pero de raso, o sea, de porrista creo yo. Pero, de esa talla? Porque el tío era grandote y yo no sé si hay “anchitas” entre las porristas, pero en todo caso no me imagino a Neymar o a Alexis con un short de raso azul Klein en cancha. O sí ?  No sé. La imaginación es una buena compañera, pero una pésima consejera.

La vida como ahora, no me sonreía en las lides del amorsh. O sea yo, que siempre soñé con una relación estable, larga, romántica, crecedora, y por sobre todo, no aburrida, me había visto envuelto en relaciones bastante fragmentadas, salvo una o dos. En que “fragmentado” vendría siendo: el sexo por un lado y lo que te es del alma personal de uno mismo, por el otro.  Por lo menos, puedo asegurar que nunca fueron relaciones aburridas.
Pero bueno, mientras esa mañana Chumilú pasaba las aspiradora con sus charchitas morenas y bronceadas (la grasita quemada sabe mejor, decía) y su pecho pelúo al aire, yo cacareaba, gimoteaba, demandaba, alharaqueaba, bufaba, gemía, gritaba:

                                                                                                                             que no es justo, que por qué la vida, que nunca pensé qué, que por qué la mala cueva. Desilusiones ya había tenido suficientes, creía yo. Latero y monotemático, Chumi me miraba de reojo. No era bueno para sentir lástimas revenidas.

Repentinamente paró la  aspiradora, y plumero en mano se acercó,  y cimbreando toda su humanidad,  me miró y cantó despacio:


Soooolaaaa….Tevasquedando soooola….Porhuevoooonaaa… maricoooonaaaa…

martes, 1 de julio de 2014

"Para que una cosa sea interesante, basta con mirarla durante mucho tiempo". Gustave Flaubert.