domingo, 28 de junio de 2020

PANDEMINIAC. Crónicas de una pandemia.

Querido Diario:

Hoy sí que me extralimité. Hoy sí que me fui al chancho como todavía se dice en la jerga popular. No sólo en la longitud de este testimonio, que sólo frente a ti me atrevo a confesar, sino también por el contenido de este episodio de mi vida. Te ruego que si te sientes ofendido, me lo digas para reconsiderar nuestra larga amistad, porque no estoy para estrecheces decimonónicas, que para eso me hubiera comprado la agenda Pascualina o estaría tejiendo atrapa-sueños o pintando mandalas. Tú decides.


LONG DISTANCE LOVE

Hoy he hablado con un amigo por teléfono. Largo y tendido como en los viejos buenos tiempos, cuando mi hermana mayor se colgaba del teléfono su par de horas, que digo par, trío de horas con su pololo de turno. Eran largos encuentros, yo adivino ahora del tipo calenturientos, una especie de pololeo virtual, pero sin nudes, ni sexting, ni videollamadas. Todo analógico con voces tiernas y arrumacos sonoros, en medio de la oscuridad. No sabía yo por qué esas llamadas eran siempre en la penumbra o la oscuridad completa. Extrañamente, siempre antes de esas llamadas, se quemaba la ampolleta del living. Luego alguien se daba cuenta de que simplemente se había soltado del soquete o la lámpara no estaba bien enchufada.

Claro que no todo eran dulces y húmedos roces telefónicos. Generalmente, en algún momento de toda esa especie de novela rosa que se escenificaba en las líneas telefónicas, se producía al igual que en la vida real alguna intensa discusión, probablemente por celos, con lloradera incluida, reconciliaciones y un finalmente ya conocido: corta tú-no corta tú, que yo no sé por qué me ponía tan de mal humor.

Esto se tornó grave cuando los de Telefónica, el nuevo nombre de la querida pero ineficiente Compañía de Teléfonos de Chile, ahora privatizada, impuso el Servicio Local Medido, SLM. Con horarios de cobro por minuto, las horas tele-románticas se constituyeron como un peligro para el ya ajustado presupuesto familiar ochentero. Aconsejé a mi madre, quien siempre confió en mi lucidez, de ponerle un novedoso candado cilíndrico al teléfono, el que se insertaba en alguno de los hoyitos del disco marcador, dejándolo inutilizable. Seguramente importado por los mismos que habían inventado el SLM, el famoso candado no era precisamente sofisticado. Con el tiempo descubrimos que seguro mi hermana lograba abrirlo con un clip, porque la cuenta del teléfono nunca bajaba.

Como siempre en estas innovaciones y en otras relacionadas con esquivar las prohibiciones amatorias, los que siempre van adelante son los jóvenes. A pesar del precio, los celulares se hicieron uno con los jóvenes rápidamente. Pero inicialmente las llamadas del celular se cobraban ya sea te llamaran o llamaras, con tarifas usureras por supuesto, por lo que los mensajes de texto tuvieron entre ellos especial predilección, eran más baratos. A la manera de los antiguos telegramas, los mensajes de texto se cobraban por letra. La cosa es que por economía o para evitar la intromisión de madres controladoras (eso no ha cambiado), los mensajes se enviaban con un extraño e indescifrable lenguaje que a algunos les sirve hasta hoy:

TKRO MCHO. STS TN RKO. DMSL HY. STY SLA. MS PPS S FRN A L PLYA.

A la hora del deseo todo es válido, sea amor real o simple calentura.
Se sabe de las cartas románticas perfumadas y con besos estampados de principios del Siglo XX, la colonial mirada y con meneo de abanico en el paseo dominical cuando pasaba el pretendiente, la alcahueta que llevaba y traía mensajitos para fogosos y prohibidos encuentros furtivos, la paloma mensajera, y hasta la tirada de una piedrita entre tapias contiguas cuando el amor se gestaba entre vecinos. También las secciones para buscar pareja en diarios y revistas, como el Cásese si puede o el Doctor Corazón.

Y ahora, cuando habíamos alcanzado colosales conquistas para obtener encuentros sexuales rápidos más o menos inocuos, o también por qué no, tradicionales noviazgos, cómodamente mediante las aplicaciones de la web, todo se ha perdido. Cuando ya no tenías que salir a ventearte parando en cada bar a ver si saltaba la liebre, ni hacer la vereda como puta de puerto esperando algún nuevo encuentro. Ni depender de la voluntad de alguna amistad que te buscara pretendiente, ni de citas a ciegas, ni tener que ir a aburridos cumpleaños porque había que estar en circulación y nunca uno sabe dónde puede conocer al padre de sus hijos.

Cuando las cosas parecían funcionar de maravillas y tener a unos cuántos megabites a tu próximo ex, la vida que no es justa se ha encargado de cortarnos las alas, quedando Cupido transformado en una guagua rechoncha y carente de todo interés.

Rapidez, efectividad, y un amplísimo catálogo de posibilidades, con fotos, perfiles, preferencias, geolocalización e incluso verificación de identidades para evitar que te saliera algún asesino en serie que te drogara y cortara en pedacitos para conservarte en el refri por si se le antojaba algún bocadito a medianoche, o una loca tipo Atracción Fatal que le diera la tontera y terminara con tu Micifuz hirviendo en la olla de los porotos. Todo funcionaba y se superaba cada día. Lo único que nos faltaba era la teletransportación.


TOYS R US

Es que, querido diario, sucede que las ventas de juguetes sexuales se han disparado desde el inicio del confinamiento, de la primera cuarentena en la Historia que dura más de cuarenta días, mucho más. En cualquier momento las empresas que los fabrican entran a transar en la bolsa, o los incluyen en la canasta básica familiar. Empresas que seguramente son chinas. A veces pienso que es cierto que todo esto es una confabulación, un proyecto para destruir a la mitad del mundo, pero antes quedarse con todo nuestro ya escaso dinero.

Pero no creas que te hablo de esos símiles de penes de látex, de color rosado-chancho y con venas, cuya máxima tecnología de diseño era contar con un sopapo para fijarse a  los azulejos o a la tapa del WC. No, no, no. 

Tampoco pienses en esas muñecas inflables con cara de espanto, mezcla de Anabelle y la Diputada Flores, con sus agujeros siempre dispuestos, pero con el inminente peligro de reventar en una embestida apasionada y desmedida. O peor aún, que ante un cariño del gato se pinchara perdiendo para siempre su artificial turgencia. O en dispositivos tipo protésicos (bastante antiguos) como arneses con pene de goma siempre erecto para falocéntricos y por lo tanto anticuados encuentros lésbicos. Tampoco en las  antiquísimas y sofisticadas bolas chinas de jade u obsidiana que coquetamente se guardaban en los compartimentos corporales para ser sacadas una a una a la hora del amor. Otra vez los chinos y sus inventos.

Menos en esas vaginas o anos también de goma, que prometían a los culposos y oscuros compradores un encuentro amatorio muy privado. Todos objetos guardados bajo siete llaves, cuidados (ya eran caros), importados bajo estricta discreción, rogando que no se rompiera el envoltorio en el traslado. O peor aún, que alguna vieja cochina y ratera del correo se lo robara. O que en tu viaje de vuelta de Amsterdam, con la adquisición en el fondo del equipaje de mano ésta despertara las sospechas de la PDI y te hicieran abrir la maleta.

Ha habido evolución, como en  todo. Y ya no hay que importarlos. Los Sex shops existen en la ciudad y la provincia. Se promocionan en programas de radio, de TV, revistas y ahora hasta en los lives de Instagram. Japi Jane es una exitosa empresaria importadora que habla donde la inviten de puntos G, de clítoris (qué palabra rara), y dildos, con una naturalidad que hubiera infartado a nuestras abuelas, aunque ellas les decían consoladores.

No quiero olvidar en este improvisado catálogo a aquellos métodos más naturales, antecesores históricos de los juguetitos, por cercanía y asequibilidad. De bajo costo y ecológico- veganos, como  durísimos pepinos y zanahorias de calibre a elección, pulposos y suaves tomates, ojalá de Limache que son más firmes y con menos pepas, melones calameños (más lindo color que los tuna), o brillosas y carnosas berenjenas, todo según  la estación. 

Luego de los dildos, moldeados según las anatomías de un Nacho Vidal, Rocco Steele, Ron Jeremy, y un larguísimo etcétera de actores modelos que la industria del porno ha lanzado al estrellato, ha habido un despliegue de fenomenales y creativos artefactos, entre los que se incluyen penes de doble cabeza para satisfacción simultánea (la imaginación corre por cuenta del cliente), "butt-plugs": tapones con forma de chupete de diferentes calibres y materiales para conseguir la dilatación progresiva de algún rebelde orificio en perspectivas de uso; bombas de vacío, expansores, artefactos de goma, látex, vinilo, silicona, e incluso de vidrio.

La alta tecnología y el diseño llegaron a revolucionar la juguetería para adultos. Si requieren energía para funcionar, no es necesario activar la neuromusculatura del usuario para que produzcan su efecto. Todos cuentan con carga USB y pilas de Litio de larga duración y poder, texturas, durezas y elasticidades variables; y por supuesto siempre lavables. Pequeños aparatitos con forma de ratón, patito o conejo, con pequeñas hélices de goma, con movilidad repetitiva,  oscilante y ritmo a elección en las tres, siete o hasta veintiseis dimensiones del espacio, si incluimos la psicológica, las meta-realidades, la dimensión desconocida, la teoría cuántica y los  agujeros negros.

Y aunque no diseñado para el autoplacer, si tu problema es haber quedado un tanto desarticulada por los terribles partos, puedes adquirir aquel dispositivo intravaginal de uso prolongado con aplicación descargable vía app store que permite programar diferentes esquemas de estimulación muscular, con duración de las contracciones e intensidades necesarias para recobrar el tono muscular de la zona y así tonificar el suelo pélvico. Adiós prolapso y pipíes indeseados. Tecnología pura.


PANDEMIA STYLE

El sexo, una necesidad, una expresión vital, una conexión misteriosa con el cosmos, o simplemente un desahogo energético, resulta que ahora, querido Diario, es un lujo o un atrevimiento. Porque el contagio con Covid-19 puede ser asintomático y aun así ser transmitido, y por mucho que pensemos programar el encuentro usando las hiperseguras mascarillas N95 y pantallas faciales, renunciando a los besos; practicando más o menos sofisticadas posiciones que eviten el temido cara a cara, es una amenaza latente que un jadeo demás puede traspasar las mascarillas importadas (ya sabemos de dónde), para expeler gotitas o vapores cargados del bicho murcilaginiento que pueden ser el inicio del fin. Un camino a la forzada y hospitalizada santidad, al aséptico claustro  en el que nadie quiere tomar los votos, y del cual nadie sabe si volverá.

Peor que el VIH, el Corona virus se ha infiltrado en cada recoveco de la existencia, pública y privada, incluyendo el placer sexual, lo más democrático que siempre nos ha quedado ante los históricos abusos. En la vida afectiva, emocional, social. No abrazos, menos besos al saludarse, ni uno ni dos ni tres. Ni siquiera el beso al aire de la amiga que en secreto te envidia; ni el apretón de manos firme que demuestre confianza y compromiso.  No hay remedio, no sabemos si te deja inmune, y no hay preservativo ni triterapia que te salve. 

Confinamiento y toque de queda. No tocar. Oh, right don't touch me! Pas toucher. 

No sexo a menos que sea con tu pareja (cada vez menos frecuente, dicen que el encierro permanente es matapasiones). O con una pareja especialmente para el confinamiento. Que no salga, porque si sale se puede contagiar. Que no trabaje fuera ni vaya al supermercado. Tal vez retomar la práctica de la esclavitud sexual no sería mala idea. Un amarre firme a la pata de la cama y listo.

(Ahora si se te ocurriera escapar de tu casa por la ventana, colgando de sábanas anudadas, tu amor no te estaría esperando en el descapotable rojo de su papi a la vuelta de la esquina. En su lugar habría un camión lleno de milicos manoseadores que te llevarían a una celda hedionda y capaz  que te mearan entre todos después de desnudarte y hacerte arrodillar y te dijeran uno a uno que estás rica-riquísima y lo que te harán si no te comportas como una niña buena y dejas de gritar y pedir tu abogado y que estás en tu país y exiges respeto. Que te salvas sólo  por tener la pura cara de cuica, mientras se  hacen selfis contigo tocándose el paquete y tú ahí con el rimmel corrido pensando en tu flacuchento novio y que probablemente saldrás fatal en las selfis porque ese no es tu mejor ángulo y que ojalá no las suban a las redes sociales, pero que tal vez igual deberías pedirles que te etiquetaran para probar, porque  tú te debes a tus seguidores y estás a punto de lograr tus primeros diez mil).

Imágenes, videos HD, fotos y más fotos. De culos, de escotes, de piernas con falditas tipo Britney. Tonificados y sudorosos músculos, six-packs a punto de saltar de la pantalla, glúteos, senos, ojos grandes, labios carnosos, mentones cuadrados, nalgas túrgidas y cinturas pequeñas. 

Pilosos pechos, dientes perfectos, blancos como tabletas de chicles Adams. Los filtros todo lo pueden. Hipercirculantes fotos de todas las presas saturan los espacios digitales, desfilan por páginas y redes sociales, por mensajes directos, wasaps  y hasta en el ya anticuado Messenger. Las "nudes", tal como las  viejas esquelas de señoras mostrando los senos en cándidas pero no por eso menos erotizantes posiciones, aplacan urgencias de caballeros, señoritas, señoras y adolescentes en este confinamiento que parece perpetuo.

La necesidad es mucha y que te tiren agua nunca fue suficiente. Y además hay sequía.


PORN-STAR

Sí, querido Diario. Reinventarse o morir. Ya decía Darwin que el que se adapta es el que sobrevive, y en tiempos de pandemia nada más cierto.

Fundamental es hacerse cuenta en Tweeter,  Instagram, Facebook, o mejor todas las anteriores. Un perfil que promueva tus virtudes y atractivos. Subir muchas-muchas fotos y videos mostrando tus diversas actividades diarias, pasándolas como cotidianeidad pura, pero cuidadosamente planificadas en encuadres y tiros de cámara, iluminación y por supuesto filtros que destaquen y promuevan, que estimulen y que conducirán con el tiempo y tu dedicación a ese  rebaño a la tierra prometida. Puro Marketing digital.

(Tendría que inventarme un personaje para crear mi propio mercado. Ya sabemos que en estas lides las excentricidades abundan aunque nadie las confiese. Los morbos son privados y descubrirlos siempre será un desafío, en un afán inicialmente investigativo, por supuesto, pero rentabilizable si tengo suerte y persisto. Pero ¿qué plataforma será más lucrativa, aceptará novatos y tendrá menos posibilidades de ser conocida por mis amigos, o lo que es peor aún, por mi parentela?) .

Ya lograste ser un sexy- influencer (los hay de todas las áreas), o sea llevas un buen tiempo mostrando la cuerpa al límite de la censura y tus cientos de miles de seguidores  tienen fantasías contigo, la capitalización lógica de tanto esfuerzo es crearte un perfil sólo para tus fans. Una especie de club privado donde con una membresía tendrán derecho a ver al objeto de su fantasía de la forma en que lo soñaron, comprobar si su imaginación estaba en lo correcto, y en una de ésas si el poder adquisitivo, la cuarentena y los cordones sanitarios lo permiten, acceder a más que la mera virtualidad, y tener un encuentro real, respetando la distancia social por supuesto. Podrás desilusionarte (no hay devolución ni garantía), o peor aún: que nuevamente entre en escena el latero, el sobre-expuesto, la reina de la quinta, ella, el corona-virus. Mejor nos quedamos en la virtualidad al menos hasta que aparezca la vacuna y así tenemos tiempo de juntar un  dinerito.

En resumen, te ven prometedor(a) en las redes tradicionales, y terminan pagando para que les des acceso a tus fotos y videos con las partes pulentas al aire. También puedes recibir peticiones especiales, pero eso tiene otro precio. 

Ya sabes, si alguna cita virtual te dice que mandes “el pack”, no vayas a enviarle una oferta 3 en 1 del Líder. Hay que pensar rápidamente en rentabilizar los  atributos que a uno diosito le dio, y hacerse rápido la fan page. 

TECH-SEX

Querido Diario, estoy extenuado. Esta industria no tiene fin, y creo que sin quererlo he caído en un afán de catálogo de multitienda, con aspiraciones antropológico-erótico-sexuales-sociológicas. Pero ya no puedo parar. No puedo terminar sin que conozcas el naciente universo de los dispositivos ultra-mega-tecnológicos que permiten la interacción a distancia y voluntad de los participantes. 

¿Cómo te quedó el ojo, querido Diario?  Pues mira tú. En el encuentro sexual  vía web, ahora existe la estimulación física a distancia y simultánea!

¿Cómo?

Vamos primero a lo más tradicional: sexo a distancia con tu pareja. Un dispositivo tipo macho-hembra, cada uno se queda con la parte adecuada a su rol. Vía bluetooth y web, ambos amantes a distancia usan su parte a discreción (lleno-vacío/ vacío lleno, no sé si me explico). Lo interesante es que ambas partes están sincronizadas para que los estímulos se produzcan en perfecta concordancia temporal y física: A con A, B con B, y así. Suena complicado, pero se ve que es una maravilla de la tecnología. Y una gran inversión para parejas que tienen que vivir su amor a distancia, aunque sea dentro de la misma comuna por la cuarentena y el toque de queda.

Pero el que realmente es la estrella del teletrabajo en tiempos de crisis,  es un dispositivo con forma de perita, del tamaño de una pastilla de jabón de esas que dan en los hoteles (no te imagines un Le-Sancy pues querido Diario, aunque cada uno con sus gustos), la cual se inserta en algún agujero de turno, con una antenita muy coqueta también con bluetooth que sobresale del cuerpo trabajador-obrero- ciber explotado, conectándote con alguien que te fisgonea a través de una plataforma web, alguien  que logra el acceso a tu little paradise, y que app mediante como si fueras un video-juego, puede producir breves y pequeñas, o a veces no tan pequeñas ni tan breves descargas eléctricas en el punto exacto donde explotas al amar, variación que dependerá del monto cargado a la tarjeta de crédito del cliente. Los tips o propinitas caerán en tu cuenta vista del Banco del Estado, previo pago de la comisión que cobra la plataforma (y el banco), libres de impuestos y sin sudores ajenos ni peligrosas salivas que soportar. Tu cuerpo digitalizado dispuesto para el teletrabajo, a petición del cliente pero fuera de toda distancia física, social o psicológica. Con plata baila el monito, y si no, no baila. Reinvención pura.

Claro que si te sale alguien muy adinerado y ocioso  puedes estar toda la tarde a puro espasmo en interminables sesiones de ciber- sometimiento, porque hay que pagar los biles y el cliente siempre tiene la razón.

Epílogo.

Como cada atardecer, Corín Tellado se levanta, se hace la carita frente a su tocador estilo Rococó, se despercude y saluda a lo lejos a su amigo Franco, tan de capa caída. 

Está planeando su novela definitiva y quiere que Sade sea su editor. Él es culto y más cercano a Monsieur Foucault, así es que puede recabar información que a ella le está vetada porque nunca se ha llevado bien con el tal Michel. 

Arthur Miller y Anaïs Nin siempre han sido grupo aparte, y están apadrinados por el tío D.H. desde antes de llegar aquí. La verdad es que ese tal D.H. Lawrence tampoco es de su agrado. Ni hablar del resto del franchuterío pretencioso: Duras, Bataille, Yourcenar… al menos la loca de la Catherine M. aún no ha llegado por estos lados, piensa.

Corín está de mal humor, pensando en todo lo que se lograba cuando estimular la imaginación era la mejor y casi única manera en que las Señoritas de bien entraran en la erótica, cuando el sexo no era político ni se hablaba de disidencias ni arcoiris. Una entrada sigilosa y pausada como tiene que ser, a paso lento, como una sopa de alta cocina. Cuando la cosa era "sólo por encimita", en espera de la anhelada Luna de Miel. 

Suena su citófono y su humor cambia súbitamente. Su pedido retrasado por la pandemia ha llegado y no puede creerlo. Por fin los de Amazon le han enviado los esperados tres tomos de Las Cincuenta Sombras de Grey.


"Tenemos que vivir, no importa cuántos cielos hayan caído".

D.H. Lawrence.


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