Hoy en el metro, final de jornada. Jovencito moreno-pelo chuzo corto, camisa celeste, pantalón azul, corbata azul, mocasines mal lustrados parcialmente cubiertos por la bastilla, deshilachada. Su Fruna-frambuesa le explota al intentar abrirla. Líquido rojo, bubujas rojas, lo empapan y me salpican levemente mi regalón pantaloncito beige de lino regalón y mi camisa negra Calvin Klein de rebajas, pero CK al final. Lo miro, su cara también está roja, como la Fruna-frambuesa explosiva. Me mira de reojo. Perdón, me dice. Parece que va a llorar. Me quedo en silencio. Me acerco y le digo lo que dice mi amigo Pa Tricio: "a cualquiera le puede pasar". Me mira otra vez. Se baja conmigo. Perdone, me repite. Tranquilo, le digo. Se aleja con su media gaseosa color rojo casi radioactivo, que no ha terminado de abrir, de la cual no ha bebido, consumido por la vergüenza. Lo miro mientras sube la escalera, ágil. Entonces me doy cuenta de que tal vez lo perdoné demasiado rápido.
martes, 11 de noviembre de 2014
lunes, 10 de noviembre de 2014
COSMOCOLITAS.
Damas y damiselas, caballeros y señoritos, sepan ustedes que uno puede hacerse la sueca pero igual hacerse una brasilera. Y que uno puede perfectamente andar a lo gringo, también chino y que te hagan una rusa. Todo al mismo tiempo.
"Y verás cómo quieren en Chile,
(al amigo cuando es forastero)".
"Y verás cómo quieren en Chile,
(al amigo cuando es forastero)".
jueves, 11 de septiembre de 2014
11 de Septiembre.
Ante los primeros bombazos, el
hijo de la nana se cagó en los pantalones.
Me subí a la artesa que ahora se
llama lavadero para ver mejor el humo que a lo lejos salía de la Moneda. Los
aviones pasaban y el ruido y los balazos y mi mamá que llega de su escuela
gritando que al suelo, que los posters de Fidel, los libros y los discos del
Quila a una hoguera en el patio, y rápido que están allanando.
Vendrán días en que no podremos
salir, en que mientras afuera en la población de pacos jubilados algunos
celebran, el miedo se instalaría para siempre, enquistándose. A cortarse el
pelo niños, a marchar cada lunes, cada septiembre, cada inauguración de plazas,
entregas de llaves de casitas, izando la bandera una y otra vez . Y mis
compañeros que vienen del Mapocho diciendo que había muertos flotando...
sábado, 23 de agosto de 2014
ESTIMADO PEDRO LEMEBEL:
Frente al hecho de no haber ganado el Premio Nacional de Literatura 2014, le quiero expresar lo siguiente:
"ES SIMPLEMENTE QUE HAY YEGUAS QUE NO SON DE TRILLA".
ffc
"ES SIMPLEMENTE QUE HAY YEGUAS QUE NO SON DE TRILLA".
ffc
sábado, 26 de julio de 2014
NIGHT&DAY, Chumi.
A Chumi lo conocí
en una estupenda noche disco por allá por el año… es fácil averiguarlo. Ese día
había muerto la "princesa del pueblo", Lady Di. Yo me enteré del suceso sin
creerlo esa misma noche. Era la madrugada del 31 de Agosto de 1997.
Chumi danzaba en
el centro de la pista, como le gustaba. Siempre allí, se dejaba llevar en un
extraño éxtasis.
Moreno, grandote,
robustón tirando pa’ guatusi. Y vestido
para matar.
“Nunca es mucho”,
decía cada noche ante mi mirada, adornando su cuerpote con pulsera, reloj,
anillo, bolsito, calzado símil reptil. O reptil verdadero de segunda mano. En
el universo second hand siempre tuvo mucha suerte. Mientras “se hacía la carita”:
exfoliar, refrescar, humectar. Reavivando rizos o alisando su melena para
implementar un jopo alto mousse y laca mediante, mientras yo reticente iba
aprendiendo los truquitos cosméticos que alimentaban nuestros comunes deseos. Y
una mariposa gigante de lentejuelas, perlejuelas, decía él, fijada con
alfileres de gancho a su raído pero inmaculado jeans casi blanco.
Esa noche sus
negros rizos se movían como en cámara lenta. Un seguidor imaginario iluminaba
el glitter, avivaba su energética destreza de bailarín siempre dispuesto.
Entonces yo, agotado
y desilusionado por la baja de posibles admiradores postulantes a una noche de
romance improvisado, me siento en un escalón. Queda poco tiempo para que
cierren. Y entonces, sentada a mi lado, su guapa acompañante y compañera de
depa se me acerca y me mira fijo. Ojos oscuros y profundos, desde su duda me
mira con cara de Marte al fondo y me
dice: sálvanos, mi amigo y yo hemos tomado algo que nos han dado acá, y nos sentimos
muy mal.
Mauro, posterior
Chumi, seguía en la pista, ahora como un remolino, haciendo peligrar su integridad
y la de los otros danzantes. En cualquier momento se desplomaría.
Y fui bueno. O
imprudente, que es parecido. Debería haberlos llevado a un hospital.
Pero agarré como
pude a cada uno, los llevé a su casa y dado mi no mucho mejor estado y el
horrendo frío de Agosto, me acurruqué junto a ella, por temor a un ataque Linda
Blair del moreno Mauro que yacía inconsciente.
Al amanecer, salí
silencioso.
Pasarían cinco
años más para que nos volviéramos a encontrar. Otra vez en el templo, otra
disco de más antigua y decadente reputación.
Desde ese
reencuentro, y entonces yo viviendo a la vuelta de su divino departamento en
Providencia con vista al monumento fálico de la Aviación, fuimos vecinos, amigos,
hermanos y confidentes. Hasta repasamos costureando juntos las prendas para rutilar una que otra noche, esas
noches inventadas por y para nosotros. Cualquier noche, excepto el lunes, podíamos
perdernos, ebrios de ansiedades y de alcohol, buscando, in constant craving.
Nuestras vidas, a
pesar de su posterior vuelta a su Arica natal, y luego su partida a Barcelona, sólo
se separarían para siempre cuando en un arranque ultra performático y
definitivo decidió morirse allá lejos y de un día para el otro, a la vuelta de
una idita al carnaval de Sitges, donde una vez más había soltado todos
sus rizos al ritmo electrónico, a la noche, para celebrar esa vida que siempre
había deseado. En esa Barceloca que lo tomó en sus brazos y lo dejó ser libre, dejando
atrás sus complejos de niño nortino raro, de gordito florido, donde al fin había podido hacer volar su mariposa de lentejuelas, mientras
miraba la para siempre interminable iglesia de Gaudí.
martes, 22 de julio de 2014
Enamorado de tus pelos.
Estoy
enamorado de tus pelos.
Obviando tus
ojos.
Y todos los etcéteras.
Evitando
recordar lo suave que te pones
cuando te
toco.
TOC O-TOC O
A pesar de
costalazos previos,
respiras a mi
lado y no entiendo por qué.
No hay nada
para ti.
Y me dan ganas
de ahogarte con la almohada mientras duermes.
Para que seas
para siempre ahí.
Pero estoy
enamorado de tus pelos,
tal vez de
los tres pelos de los que siempre habla la Patricia
cuando se
refiere al amor.
Mi falta es
grande como una luna.
Pero la Luna
verdadera me mira y me sonríe desde ese
rincón,
detrás de la
puerta,
mientras
escribo que estoy enamorado de tus pelos.
Sabe que
antes, otra noche, muy otra,
la había
mirado blanco
con ojos de
rosada ternura.
Con los ojos
entornados, pestañando lagrimoso,
creyéndome
eterno en ese acto compinche.
Y mi falta:
porque
sí- porque sí- porque sí.
(por mi
culpa- por mi culpa- por mi gran culpa.)
(Golpeándome el pecho
tres veces).
Pero se dice,
me evado.
Como sabemos,
me hago el tonto.
Y ahora es
otro despertar.
Sigo
enamorado de tus pelos,
que no son
precisamente tres.
Anochece.
Y otra vez
miro por esa ventana vieja.
Y estás aquí,
tú mismito y entero, cada vez más tú.
Y yo, parado
con mi cara de yo-no-fui
Y tú, con tu
paciencia no conocida.
Por mí.
Desde tu
puerta miro de reojo por si es mentira,
por si de
pronto desaparecieras del todo.
Y otra vez me
río de los peces de colores.
Y se me
olvida que no se debe escupir al cielo.
Otra vez.
Soy soberbia, amorosa.
Soberbia amorosa,
invento de mi
erudición de semana santa,
de mi pequeña
rebeldía de niño huero
con un
pañuelo blanco en la última banca de la iglesia.
viernes, 18 de julio de 2014
Mares.
Y a ese fantasma le cambia la cara.
Deja de ser blanco, verde,
amarillo.
Se transforma en majamama de
crespos transparentes
que se agitan como gusanos
en su mar de memorias mal vividas.
¡CUIDADO!
(Pueden
comparecer ante tus ojos todos esos mares de deseos acuosos y espesos,
y
ese fantasma que susurraba en otro idioma; y tú ahí, sordo por despecho.
Y
clamar eternamente.
Su
nombre.
Y
más allá de la muerte pedirle de rodillas).
Noches vacías insuficientes
para pagar por el daño.
Eternamente suyo y culpable.
Te arrancarás uno a uno tus
pocos pelos
para dejarlos uno a uno en
ese camino que llevaba hasta su casa.
Esa casa de ladrillos rojos
construida sobre esa arena
brillante como el oro de los tontos.
Lágrima-Laguna-Pecho.
Lavar del todo ese deseo.
Pero ahora es transparente.
Es un niño muerto abandonado.
Y tú eres la mala madre.
Eres el padre ausente,
el amante fatuo, silente e indeciso
ante los besos ofrecidos.
Un amasijo transparente.
No
se sabe dónde está.
Inconforme ,
arrastraste ese amor hasta
ese borde,
para saltar solo,
dejándole en ese andén donde
no hubo besos.
Amar su recuerdo
casi tanto como al remordimiento
por haber intentado olvidarle.
Nuestro tren avanza.
Hacia atrás.
En círculos.
Persiguiéndose una sola cola de perro de fierro.
El mocoso de mierda, el
bailarín culoparado.
Preceptor de todos los
amores,
aprendiz de gitano,
tu rosa de todos los
vientos.
jueves, 10 de julio de 2014
Yo, Uno.
Y entonces, me paré en mis dos patas traseras, aún sin
entender que las delanteras eran más fuertes.
Porque, después de todos esos años, ya bordeando los 50 y
con mis aspiraciones artísticas casi intactas, me daba cuenta que no había que
pedirle permiso a nadie para disentir, que no había formulario alguno que
autorizara todos mis deseos, ni todos
los recuerdos. Y a mí, que soy muy formal, siempre me han gustado los
formularios en blanco.
Mientras mis pequeños dibujitos cuelgan de la pared, sin
terminar, una mosca gorda sobrevuela mi cabeza.
Queriendo entender cuál era el antes y el después, el momento
exacto en que mi vida se había flectado, sólo resuenan las ganas de escapar, de
no saber, de correr hacia un mar que no deje de mecerme, un mar que me quiera,
que me cuide, que sea mío y de todos.
Acaso encontrar ese punto me sería de utilidad? No lo
sabía. Las despedidas? Todas ellas? Un pequeño choapino en que mi madre se
arrodilla y me abraza, tratando de llorar por mi padre que no aparece? Entiendo que debería cuidarla desde entonces.
Sin éxito. Con pocas fuerzas…
Tal vez la ventana de ese tren en que su preciosa figura
empezaba a perderse, mientras el tren avanzaba lento. Un apretón de manos para
decir hasta siempre no era suficiente, no fue suficiente. Mientras, una mujer
abraza a su hombre llorando, él la aprieta contra su pecho, se besan. Ese era también nuestro
adiós. Tomé mi pequeño cuaderno y garabateé mis próximos pasos. Corbatas de
colores se paseaban en mi mente, mientras odio ese día, mientras Cupido se ríe
de nosotros por haber creído que podríamos haberlo logrado.
Esa tarde me dijiste que estabas solo aún conmigo cerca.
París no había sido suficiente para retener todas mis lágrimas, que formaron su
propio mar cada noche. Un mar en que se ahogaban mis deseos de otra vida, lejos;
síndrome
Pocahontas que me habría hecho seguirlo adonde fuera, sin tiempo,
perpetuo.
Allí estábamos entonces, a punto de perdernos para
siempre.
(Y volví, es cierto. Recobrando un lugar que ya no
existía, empecé a reconstruir otra vez un simulacro de mi vida anterior. Recibí
mucha ayuda. Recuperé mis amigos, que habían crecido en esos meses, que para mí
habían sido una vida).
Cada semana sacaba los 100 dólares de mi zapato del
clóset. Como queriendo ser un mago con
su sombrero, sólo que un zapato no es un sombrero, y yo no soy un mago.
Quince mil pesetas cada vez, quince mil pesetas que no
alcanzaban a pagar el boleto para seguir en mi aventura compartida con ese
franchute sonriente que había también perdido su sonrisa de niño bueno.
La bella Barcelona, con su calor sofocante y su frialdad
sólo nos entregó una silla recogida de la basura, muy bonita por cierto.
Quebrábamos cada tarde una botella o dos para empezar a quitarle la pintura,
raspándola tardes enteras. La madera iba apareciendo, noble, hermosa. No
hablábamos. Sólo raspar, lijar, pulirla luego.
Dónde estará mi silla ahora? Sería
nuestro trono para dos reyes.
Elegantes los dos, únicos, hermosos. El amor nos había coronado,
pero como en camino prestado la corona se me caía cada dos pasos, mientras él
seguía con su andar noble sonriéndole a la vida, sin entender que mi nobleza se
había quedado toda en Chile.
martes, 8 de julio de 2014
SOLA
Sola
Te vas quedando sola
Por un recuerdo herida
Siempre sola por la vida…
Mi mamita Chumilú me dedicaba
canciones. Nunca me lo dijo, pero me las cantaba disimuladamente o a veces no
tanto, al pasar, mientras barría o limpiaba los restos del carrete de la noche
anterior. Vasos sucios, quebrados, nunca vomitados, por suerte. Él recogía los
estropicios de la noche anterior con la cara llena de risa e incluso cierto
placer. Sacudía, pasaba aspiradora, trapeaba. Todo al compás de algún temita de
ultra moda de la electrónica ibicenca. Y
una droga, como solía decir. Déjate de fumar droga!, me decía serio, mientras
encendía otro.
Y es que a Mauro yo le decía
mamita, porque un día de aquellos en que
como siempre sacaba todas mis risas atrasadas, había golpeado mi puerta, y con
un Loto en la mano me había dicho:
“Ya no va a tener que trabajar más, mamita”.
Chumilú venía de un cuento. Como mi Chumi. La Chumilú,
personaje de casa de putas, travesti lemebeliano.
Esa mañana de resaca el sol se
colaba por su ventanal y la brisa entraba desde el mar ariqueño (sé que “brisa”
y “ventanal” suenan como anticuado juntos, pero así no más era).
Mar y brisa y
ventanal y
ÁRBOLQUESEMUEVECONLABRISA.
Juntos y separados, son rotundos, incombustibles.
Como mi Chumi, el Mauro. También llamado guatón, gordix, y otros nombres que no
recuerdo. No es que mi graaaan amigo
tuviera personalidades múltiples. Tampoco era un obeso. No. Era igualito a sí
mismo en todos lados. Sólido y permanentemente desbordado. Extraña combinación
que aún no logro emular, pero espero estar en camino.
Porque deambular tibiamente en la
medianía, deslizándose con muchas caritas de nada entre serpientes y cangrejos
puede ser a la larga un mal negocio, el ser tan incorruptible es un mal negocio
en forma inmediata. Muy pocos lo entendían. Pero muchos igual, lo adorábamos.
No veíamos el mar, pero lo sentíamos. El patio
y su único árbol, tal vez un pimiento. La escena con esa luz que cubría esos
sofás de símil cuero, baratos pero tan tremendamente efectivos en una
decoración “improvisada” de budas, flores, velas, animal prints en los manteles,
y esos sofás rojos. Y un par de sillas también símil diseño que permeaban
sabiamente los sofás del persa Bío-Bío, trasladados a Arica cuando se le antojó
volver.
Se ponía un short tipo futbolista,
pero de raso, o sea, de porrista creo yo. Pero, de esa talla? Porque el tío era
grandote y yo no sé si hay “anchitas” entre las porristas, pero en todo caso no
me imagino a Neymar o a Alexis con un short de raso azul Klein en cancha. O sí ? No sé. La imaginación es una buena compañera,
pero una pésima consejera.
La vida como ahora, no me sonreía
en las lides del amorsh. O sea yo, que siempre soñé con una relación estable,
larga, romántica, crecedora, y por sobre todo, no aburrida, me había visto
envuelto en relaciones bastante fragmentadas, salvo una o dos. En que
“fragmentado” vendría siendo: el sexo por un lado y lo que te es del alma
personal de uno mismo, por el otro. Por
lo menos, puedo asegurar que nunca fueron relaciones aburridas.
Pero bueno, mientras esa mañana Chumilú
pasaba las aspiradora con sus charchitas morenas y bronceadas (la grasita
quemada sabe mejor, decía) y su pecho pelúo al aire, yo cacareaba, gimoteaba,
demandaba, alharaqueaba, bufaba, gemía, gritaba:
que
no es justo, que por qué la vida, que nunca pensé qué, que por qué la mala
cueva. Desilusiones ya había tenido suficientes, creía yo. Latero y
monotemático, Chumi me miraba de reojo. No era bueno para sentir lástimas
revenidas.
Repentinamente paró la aspiradora, y plumero en mano se acercó, y cimbreando toda su humanidad, me miró y cantó despacio:
Soooolaaaa….Tevasquedando soooola….Porhuevoooonaaa…
maricoooonaaaa…
martes, 1 de julio de 2014
lunes, 30 de junio de 2014
DO YOU KNOW?
Antes de apagar la luz después de
la juerga de aquella nueva primera noche, lo mira solemne y le dice:
Yo, te amo… y siempre te voy a
amar.
Amar es un verbo que reverbera,
que se expande, que colma el oscuro espacio que los rodea. En medio de la
oscuridad, escucha la voz, tal vez no a modo de respuesta:
Siento una gran tensión sexual,
tú no?
El otro ríe, y ríe y ríe sin
parar. Porque sí, es gracioso cómo lo dijo, porque la alegría, porque la
emoción, porque el deseo. Sigue riendo rompiendo ese silencio que los acerca. Prende
la luz y estira su mano, lento. Y lo mira. Toca su cabello, adorado e imaginado
muchas veces en esa ausencia de años. Y algo crece allí, dentro y fuera, algo
que es sólo suyo, que es del otro, que les pertenece. También acaricia su
carita, más hermosa que antes. Diez y seis años más hermosa.
No. No puedo. Estoy cachondo,
pero no.
De acuerdo. Se retira. Se hunde.
Muere y revive en un segundo, para darle triunfo a todas sus añoranzas pre y
post regreso. Están ahí. Están juntos y eso es lo único que le importa ahora.
Y llena nuevamente cuadernitos
con dedicatorias y besos en caligrafía que el cachondo no leerá, que se
guardará.
(Porque ya, otra vez, no está.
Pero todo esto que los separa ahora también los une. Puede sentirlo.
Simplemente lo sabe).
Le toma de la mano y corriendo
por esa calle húmeda le muestra lo que fue su nidito de silencios y de te
quieros no lo suficientemente dichos. De pasiones, de cenas y de vinos. Y de
lágrimas que se perpetuaron en su pecho hasta Paris, y más allá. Y más acá.
Everywhere.
(Una laguna de tristeza cada
noche, todas esas noches antes de partir).
Al volver, allí está otra vez.
Sonriendo. ¿Le esperaba otra vez? Sabe que eso no importa, porque simple y
sólido está ahí otra vez. ¿Tienes hambre? Cociné. Lo mira en penumbra en ese
balcón que cuelga hacia un lugar insospechado para ambos. Tal vez simplemente a
otro vacío. Un vacío lleno de caricias. Puede mirarlo sin disimular nada.
Quiere hacerle el amor. Se lo hace lento, derramando sus palabras predecibles
después del último viaje. El verbo se hace puente y no importa nada más que
esa sensación en el pecho. Las palabras los van cubriendo, tibias, y sin tocarse
están juntos otra vez. Como dos perros viejos, apaleados, pero juntos.
Y sabe que debe irse otra vez.
Y entonces, esa tarde antes de
partir, vuelve a sonar como diez y seis años antes, “La vie en rose”, lenta y
profunda canta Grace Jones, se desliza, los seduce. Uno de ellos, el pasajero
eterno, calla y respira y lo mira y lo admira intentando retener su olor
penetrante, y disimulando ese brillo demás en sus ojos.
La porte est claquée!
Y debe
partir después de otros abrazos y más besos que se quedan suspendidos en seis pisos de
escalera sin ascensor.
(¿Me recordarás ? ¿Estarás aquí,
esperando por mí ? Una y mil veces para siempre esperándome cada tarde, y yo
llegando para abrazarte y besarte y hacerte mío cada tarde y por siempre… y colgar
juntos de nuestro balcón, lleno de pájaros y flores y muñecas de trapo mil
veces cosidas por nuestras manos).
domingo, 29 de junio de 2014
NUNCA ES TARDE
Debo empezar nuevamente por el principio de los principios principales, pa' que se entienda:
Yo tuve un blog que se llamaba: Machito-Piola-Dotado, pero se perdió para siempre en el ciberespacio supersideral.
El blog que ahora estás leyendo (espero), es posterior, y nunca contó con línea editorial alguna. Es más, nunca tuvo más que UNA publicación.
Formando Normas es un sobrenombre que un resentido amante me puso frente a mis constantes correcciones a su proceder con los platos sucios, la ropa sucia, la conciencia sucia. OK, era más que un amante, por eso y en un arranque más de vocación pedagógica que aún no pierdo, intenté con magros resultados elevar su existencia en relación con su entorno inmediato. Algo así como la neurosis disfrazada de feng-shui.
Formando Normas es un sobrenombre que un resentido amante me puso frente a mis constantes correcciones a su proceder con los platos sucios, la ropa sucia, la conciencia sucia. OK, era más que un amante, por eso y en un arranque más de vocación pedagógica que aún no pierdo, intenté con magros resultados elevar su existencia en relación con su entorno inmediato. Algo así como la neurosis disfrazada de feng-shui.
Y es que creo que el Facebook ya no está para andar martirizando a mis contactos con tanta huevada que pongo, aunque a estas alturas lo más seguro es que me tengan muy restringido, tanto, que creen que me morí. No figuro en sus muros, estoy seguro.
Al menos a mí me pasa que cuando uno de mis amigos FB se pone latero con cadenas del dinero, velas del amor, fotos de almuerzos, cenas, onces, etc., y bendiciones a destajo cada media hora, me da el sueño eterno que me persigue y simplemente bloqueo sus publicaciones. Temo que todo termine con la foto del suruyo en el water. Así es que pienso, la vida sería tanto más fácil si tuviera las mismas aplicaciones que el facebook.
Heme aquí, entonces. Con totally humildad, rindiéndome a unas aficiones escriturales, que aunque vagas, siguen siendo muy sinceras.
Love, o algo que se acerque lo más posible, para todos.
Dexter.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)