martes, 20 de octubre de 2015

VIEJO.

Pierdo mi tiempo. Postergo y me desoriento. Duermo demás. Y ya no soy un lirio, sino gallina que no se cuece al primer hervor.
Veo papeles, fotocopias y escritos de hace veinte años que probablemente nunca leeré, seguramente porque no lo necesito.
Hacer espacio en mi casa y en mi mente sería el primer paso.  Make room, dijo un artista como consejo en busca de la creación de algo nuevo.
Esto no me resulta fácil. Me duelen las piernas por las mañanas y mis muñecas amanecen tiesas y crujientes como marraqueta de las buenas. Sólo que en este caso no es nada bueno.
La vorágine mental es superior al nerviosismo de cada día, que aplaco mediante técnicas de atontamiento múltiples y añejas.
Mis gatos sólo saben pedir comida y caricias que siempre parecen insuficientes. Mis plantitas se queman con las últimas heladas. O se pudren por el exceso de humedad.
Así todo esto transcurre, cada vez más rápido hasta ni sé cuándo.
Mientras, los recuerdos adquieren un valor creciente. Sintonizo una radio de música ligera que me recuerda que tres despedidas parece no fueron suficientes para seguir caminando. Esto ha pasado demasiado rápido y aún no me atrevo a ponerme mis patines después de la última fractura.
Amigos que se han ido vuelan en círculos sobre mi cabeza y me recuerdan que nunca el tiempo será suficiente si no lo alimento de verdad. Y aún si lo hiciera…
Tengo miedo de sus murmuros, porque ya son amigos entre ellos y sé que se cuentan mis secretos, tal vez hasta se ríen de mi pobreza, que tal vez es sólo tacañería.
Un verde pálido y mohoso empieza a ensombrecerme frente al espejo. Un verde que no es un buen complemento a mi supuesta madurez que huele a viejo en ciernes.
Si alguna vez tuve certezas hoy soy un amasijo de dudas.

sábado, 10 de octubre de 2015

Bad Dance.

El terremoto es un cóctel muy chileno. Helado de piña, vino pipeño, granadina.  Una réplica es lo que le sigue y te tumba al suelo y te recuerda impune tu debilidad, la precaria ingesta de realidades no terminadas, efímeras e implacables como el mal aliento.
Una noche post terremoto nos deja a veces una réplica que es mucho más que la resaca.

Santiago, 16 de septiembre de 2015. Noche profunda de miércoles después de un terremoto grado 8 en un país borde lleno de mentiras.

Pero partimos al dancing. Porque sí. Porque no nos morimos, porque feis nos dice que nuestros amigos están bien después del terremoto, y si se murieron no se van a enterar de nuestra insensibilidad social, de nuestra marea ansiosa de potrillo post 40. Pero podrían perfectamente suponerlo.

El dancing estuvo lindo. Sólo que al salir, buscando en mi celular la dirección para una última réplica sucia y drogona conocida como after hour, una mano extemporánea, ajena a todo recuerdo (es mi primera vez), me arrebata mi celular corriendo y haciendo el atado flaite del "AEEEN SHIQUEPA!!!", traducida: A VEEER, QUÉ PASA! (flaite= tipo marginal de pandilla y delincuente, puede llegar a ser peligroso si es drogadicto).

Salta como gato, como leopardo, como Nureyev, como gacela, bólido, un destello que me arrebata mi celular.
YO QUEDO PARALELO, IMPÁVIDO Y EMPRÓSTICO, y lo veo alejarse, más rápido que Usain Bolt.

Pero para mi total sorpresa, detrás del negro Usain chilensis (porque todos los flaites son negros, o sea, morenos con callana, y jockey al revés, como ése), veo a mi amigo brother de esa y otras noches de dancing, transformado en super-héroe, corriendo casi pegado al mal hombre, alcanzándolo casi.

Yo corro, grito; no por mi celular, que estaba lento de tanto porno e invitaciones a jugar Candy Crush Saga, y tanto mensaje del bipolar y pelacables wasap familiar; y fotos varias y de toda índole (incluyendo las que saldrán mañana en GQ ...EEELLA LA MEDIÁTICA!).

No, no es por mi celular apático que grito, es porque cuando veo a mi trasnochado super-héroe particular casi alcanzando al facineroso- excluido social que porta mi vital aparato en su mano (siempre derecha, porque éstos le hacen la mitad de la pega a la derecha), veo a otro símil de Daddy Yankee que salta detrás del etílico héroe de noche profunda , asciende como en cámara lenta y lo azota contra el suelo al patearlo en la espalda, entre sus omóplatos que hace rato sueñan con un gimnasio. Yo grito, agudo como contratenor-eunuco-pícnico, mientras mi bro cae lo que es de hocico, guata, manos, pelvis al suelo. Hasta polvo sale alrededor.

Los excluidos segunda generación se pierden, con mi intimidad como trofeo. Mi amigo querido se para, se acerca. y ...huele. Más bien hiede.

Porque la vida se ensaña a veces, y además de tener el orgullo magullado, su pantalón jeans índigo recién salido de la tienda por departamentos rezuma mierda de perro, desde la rodilla hacia abajo. Hiede como la envidia, como la codicia, como los celos y el abandono. Y no sólo a mierda huele el super-héroe. Más arriba, subiendo por el muslo, un reguero de vómito blanco grumoso termina de grabar una noche en que habíamos sido libres de polvo, paja y réplicas del reciente terremoto.
Caminamos. Le lavo su pantalón con agua mineral. Le raspo la mierda con un plato de cartón. Se limpia la mano cagada con mi pañuelo de seda que alguna vez pudo haber sido carísimo (el second hand lo iguala todo).

Botamos el pañuelo.

Tomamos el taxi a un lugar que existe pero no encontramos a tiempo como para recuperarnos. Tomamos el segundo para ir a casa.
Starsky cagado se baja del taxi, mientras el paralizado Hutch, o sea yo, prosigue a su seguridad, a su conectado refugio con vista al cerro Santa Lucía.

Nada más. Yo- Hutch se desconecta pensando en ese tiempo hermoso de las contestadoras telefónicas automáticas con código, cuando llamaba 15 veces casi seguidas a su propio teléfono para ver si estaba el esperado mensaje. Que usualmente no estaba. Cuando la instantaneidad de las conversas, más las aplicaciones varias, aún no gobernaban cada paso de nuestros días. Cuando por teléfono fijo se podían hacer terapéuticas conversaciones de una hora y media.
"Yo era feliz contigo, vida mía... tú eras principio y fin, de mi alegría..."
PS: porfa, manden sus números por interno.

Porque como dice Chiky Bombon la pantera: Cuando toca, toca.